El poder tiembla ante la opinión pública
La Opinión Pública es un pilar fundamental de una sociedad democrática

Hernán Cabrera M. / Periodista y Lic. en Filosofía
La política cambió a la sociedad. La sociedad empuja el cambio cada vez más. Los ciudadanos son seres sociales y de comunicación, que producen, consumen y distribuyen información. El poder no se queda quieto, abarca, devora, moviliza, concreta, se desplaza y busca perpetuarse. Así lo demuestran los hechos en Argentina, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, donde hay una humanidad que está en movimiento y que conoce de sus derechos, y exige esos derechos.
Pero el poder tiene al frente algo que no se lo puede domar, ni encarcelar, ni silenciar: la opinión pública cuya propiedad recae en millones de personas, que cada vez buscan expresarse, hacerse sentir, hacerse escuchar y tratar de lograr cambios sustanciales.
Pero los políticos no van entendiendo esta realidad dinámica, del cambio permanente, de las decisiones alternas que va tomando la gente. “Muchos políticos no asumen que estamos viviendo ese cambio. Su tiempo histórico y el espacio en el que habitan es muy reducido. Sienten que la humanidad empezó cuando se fundó su partido, que la realidad se reduce a su aldea o su país, a los que perciben como algo único, que está más allá de los estudios. Suponen también que la gente sigue siendo tan obediente y manipulable como era en el pasado”, señala el experto en campañas electorales, Jaime Durán Barba.
La opinión pública es incontrolable, mucho más ahora con los instrumentos de la tecnología que ha puesto en manos de la gente las redes sociales que son administradas desde un aparato celular, desde el cual, participa, opina, denuncia, se informa, informa, se divierte. Este es un universo amplio y complejo, que cada vez es más protagonista. Durán señala que “la consolidación de una opinión pública incontrolable, sin jerarquías, que democratizó los valores de la sociedad y la política, inmersa en una revolución más amplia que tiene que ver con las comunicaciones entre los seres humanos”, precisa Durán.
Es tanto la información que cada día se comparte y se difunde en las redes sociales, que abruma, ahoga: entre 2014 y 2016, la humanidad creó tanta información como toda la que pudo acumular desde la prehistoria hasta el 2014. “La cantidad de información existente en ese año fue de cinco zettabytes, o sea de un cinco acompañado de 23 ceros”.
“Pasa algo más grave y es que nuestro mundo es completamente distinto al que vivimos en nuestra propia infancia. No solo cambió todo lo que tiene que ver con la vida cotidiana, sino también las concepciones del poder: nadie cree el derecho divino de los reyes, la mayoría de los occidentales defiende la democracia, rechaza la discriminación y la violencia contra la mujer, no le gustan las jerarquías y no teme a los poderosos. Cualquier persona, sin distinción de sexo, edad o condición social, se siente capaz de opinar y discutir públicamente sus ideas, y cuando vota está contento con su pequeña cuota de poder. Todos los días la gente cambia de actitudes frente a todo, incluida la política. Desapareció el respeto reverencial a las autoridades; existen electores, no súbditos sin derechos”, precisa el importante libro “La política del siglo XXI”.
Hoy el ciudadano de la democracia exige sus derechos, está presente en las manifestaciones, en los cabildos, va a las urnas y vota, interpela a sus autoridades departamentales y nacionales, no se deja engañar tan fácilmente, se inquieta, se preocupa y se cuestiona. Grita y busca su espacio. Opina y se hace sentir a través de los medios informativos y hace uso de las plataformas digitales y de las redes sociales que permite el internet. Tiene en sus manos una poderosa arma de comunicación. Es un sujeto social que va construyendo su propia ciudadanía. Históricamente la sociedad boliviana no ha mirado de palco pasar los hechos históricos, sino que ha sido parte activa. Así se fortalece la democracia, pero se dejan pendientes algunas dimensiones en este trajinar de la vida y de las opciones que tenemos todos y cada uno de los que somos parte de una sociedad y de un Estado.
Es que ahora y en Bolivia, la política es demasiado importante como para dejarla solamente en manos de los políticos. Somos una sociedad en permanente contradicciones, donde confluyen una serie de conflictos protagonizados por una diversidad de movimientos sindicales, sociales, empresariales, cívicos, vecinales, indígenas, campesinos, mineros, colonizadores y muchísimos otros.
Bolivia está movilizada, cuyos ciudadanos vienen inundando las redes sociales con una decisión fundamental: oponerse al pedido de los mineros cooperativistas del oro que quieren penetrar en las áreas protegidas y parques nacionales para la explotación de este mineral, que les generó millones de $us de ganancias. Pero ahí están los hombres y mujeres ejerciendo su derecho a la protesta, al enojo, a la libre expresión, voces que son millones, difícilmente el poder podrá acallarlos o meter presos a todos esos rostros de rebeldías y de resistencias. Hace algunos días se autoconvocaron por las redes sociales y las calles sintieron su presencia, y sin duda, el poder estaba espiando esa acción de protesta.
Es el poder de la opinión pública, esa que es irresistible y que a su paso no hay muros ni policías que puedan contenerla para arrancarle al gobierno de turno decisiones a favor del bien colectivo y no de unos cuantos, como pretenden los mineros del oro.
Usted amable lector es un animal político, un sujeto social y un ser de comunicación, no es una bestia ni dios para vivir aislado o solo, y a usted le debe importar a el bienestar y la felicidad de cada uno de nosotros, de la familia, los parientes, los amigos, los conocidos, hasta de los enemigos. Le debe importar su país, su municipio, su departamento y no puede mirar de palco lo que está pasando. Eso nos demanda involucrarnos en las decisiones de nuestra comunidad y del gobierno en sus tres niveles.
Una de las maneras de involucrarnos y participar es desarrollar y dar a conocer tu opinión certera, precisa, clara, sin insultos ni agresiones. La vida es para gastarla por los demás, decía el sacerdote Luis Espinal, y luego la dictadura lo partió en miles de pedazos.