Vivir en zonas contaminadas aumenta la incidencia de accidentes cerebrales
La contaminación ambiental tiene una incidencia directa en enfermadades que pueden llevar a la muerte

Cada año, 15 millones de personas en todo el mundo sufren un ataque cerebrovascular o ictus (ACV). Dentro de ese total, 5 millones mueren y otros 5 millones quedan con discapacidad permanente, lo que supone una carga para la familia y la comunidad.
Tener sobrepeso u obesidad, ser sedentario, beber alcohol en exceso, consumir tabaco, usar drogas como la cocaína y la metanfetamina o ser mayor de 55 años son algunos de los factores que aumentan el riesgo de sufrir un ACV. Sin embargo, existe evidencia de otro factor de riesgo para esta situación: vivir en zonas con aire contaminado.
En ese sentido, un estudio científico realizado en Jordania y publicado en la revista Neurology, de la Academia Estadounidense de Neurología, demostró que la exposición a corto plazo a la contaminación atmosférica puede estar relacionada con un mayor riesgo de ACV, incluso si esta ocurrió en los 5 días previos al ataque.
“Investigaciones anteriores han establecido una conexión entre la exposición a largo plazo a la contaminación atmosférica y un mayor riesgo de accidente cerebrovascular”, dijo el autor del estudio, Ahmad Toubasi, que investiga en la Universidad de Jordania en Ammán. Pero este no es el único aspecto, advirtió.
“La correlación entre la exposición a corto plazo a la contaminación atmosférica y el ictus había sido menos clara. En nuestro estudio, en lugar de analizar semanas o meses de exposición, analizamos sólo cinco días y descubrimos una relación entre la exposición a corto plazo a la contaminación atmosférica y un mayor riesgo de ictus”, aclaró.
El trabajo fue un metaanálisis que implicó la revisión de 110 estudios, en los cuáles se incluían más de 18 millones de casos de personas que habían tenido un ACV. Los investigadores analizaron contaminantes como el dióxido de nitrógeno, el ozono, el monóxido de carbono y el dióxido de azufre.
Además, evaluaron distintos tamaños de partículas, incluidas las PM1, que son contaminantes del aire de menos de 1 micra de diámetro, así como las PM2,5 y las PM10. Las PM2,5 o más pequeñas incluyen partículas inhalables procedentes de los tubos de escape de los vehículos de motor, la quema de combustibles por centrales eléctricas y otras industrias, así como los incendios forestales y de pastos. Las PM10 incluyen el polvo procedente de carreteras y obras de construcción.
Las concentraciones más altas de dióxido de nitrógeno se relacionaron con un aumento del 28% del riesgo de la enfermedad. Los niveles más altos de ozono se relacionaron con un aumento del 5%. El monóxido de carbono tuvo un aumento del 26%; y el dióxido de azufre tuvo un aumento del 15%.
Una mayor concentración de PM1 se asoció a un aumento del 9% del riesgo de ACV, mientras que la de PM2,5 fue del 15% y la de PM10, del 14%.
Los niveles más altos de contaminación atmosférica también se relacionaron con un mayor riesgo de muerte por ictus. Las concentraciones más elevadas de dióxido de nitrógeno aumentaron un 33% el riesgo de muerte por ictus, las de dióxido de azufre un 60%, las de PM2,5 un 9% y las de PM10 un 2%.
“Existe una asociación fuerte y significativa entre la contaminación atmosférica y la aparición de ataques o accidentes cerebrovasculares, así como la muerte por ACV en los cinco días siguientes a la exposición”, declaró Toubasi.
“Esto pone de relieve la importancia de los esfuerzos mundiales para crear políticas que reduzcan la contaminación atmosférica. Hacerlo podría reducir el número de accidentes cerebrovasculares y sus consecuencias”, planteó el experto.