Francisco asegura en un libro autobiográfico que no piensa renunciar
El Papa Francisco dice que no tiene planes de renunciar y no está sufriendo de ningún problema de salud que lo obligara a hacerlo. Al contrario, en un nuevo un nuevo libro de memorias sostiene que todavía tiene “muchos proyectos para llevar a buen término.”
La autobiografía del Papa Francisco, Vida. Mi historia en la Historia llegará a las librerías, en idioma español, a partir del martes 19. Está siendo publicada tanto en América como en Europa a través de la editorial HarperCollins.
En esta obra, el sumo pontífice comparte sus memorias, redactadas en colaboración con el vaticanista Fabio Marchese Ragona, conocido por su labor en Mediaset y su estrecha amistad con el religioso. La noticia fue revelada inicialmente por El Corriere della Sera, siendo el primer medio en divulgar extractos significativos del libro.
La autobiografía detalla los 85 años de vida de Jorge Mario Bergoglio, entrelazando sus experiencias personales con eventos históricos cruciales, desde la devastación de Hiroshima y la dictadura militar argentina hasta los desafíos globales planteados por la pandemia. Este relato íntimo permite a los lectores visualizar la influencia de los sucesos mundiales en la formación del líder espiritual, proporcionando un contexto único que abarca las últimas ocho décadas de historia.
A lo largo de sus páginas, Vida. Mi historia en la Historia promete ser una ventana a los pensamientos y reflexiones del Papa Francisco, abordando temas de fe, esperanza y la incansable búsqueda de paz y reconciliación en tiempos de crisis.
Cuenta el pontífice en su nuevo libro: “Nonna Rosa, mi abuela paterna, fue una figura fundamental en mi educación. Los abuelos hablaban piamontés; por eso el piamontés fue mi primera lengua materna”. El abuelo Giovanni había servido en la Primera Guerra Mundial. En las cartas de los parientes que se habían quedado en Portacomaro, en la región de Asti, llegaban a la casa de los Bergoglio en Buenos Aires las crónicas de la Segunda Guerra Mundial: los hombres no habían ido al frente, se habían quedado en el campo a trabajar, y las mujeres vigilaban la llegada de las inspecciones militares: “Si hubieran llevado algo rojo, los hombres habrían tenido que huir para esconderse. En cambio, la ropa blanca indicaba que no había patrullas y que podían seguir trabajando”.
La historia de la familia Bergoglio y su viaje a Argentina en el año 1929 refleja uno de los capítulos más emocionantes de la migración italiana a América del Sur. El Giulio Cesare fue el barco que finalmente llevó a Rosa y Giovanni Bergoglio, junto con su hijo Mario -el padre de quien sería el futuro Papa-, hacia un nuevo comienzo lejos de su tierra natal. Este viaje se produjo después de un intento fallido en octubre de 1927, cuando la familia tenía planeado partir en el Principessa Mafalda, un traslado que no pudo concretarse debido a la falta de recursos económicos para adquirir los billetes a tiempo.
La historia pudo haber tenido un giro trágico, ya que el Principessa Mafalda se hundió frente a las costas de Brasil, un desastre que se cobró la vida de 300 emigrantes. “El destino jugó a favor de los Bergoglio, permitiéndoles evitar esta desgracia”, evidencia cómo los retrasos y los obstáculos, a veces, pueden tener consecuencias inesperadamente positivas. Tras este episodio, la familia logró reunir el dinero necesario y emprendió su viaje hacia Argentina a bordo del Giulio Cesare en febrero de 1929.
A su llegada, fueron acogidos en el Hotel de Inmigrantes, un establecimiento destinado a brindar refugio y asistencia a los recién llegados, similar a los centros de acogida contemporáneos para emigrantes. Este hecho marca el inicio de una nueva vida para los Bergoglio en Argentina, un país que, a lo largo de los años, se convertiría en el escenario donde su descendiente alcanzaría una de las posiciones más influyentes del mundo como Papa.
El amor
Antes de convertirse en sacerdote y eventualmente en el Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio tuvo una novia en su juventud. Su nombre no ha sido ampliamente divulgado, pero se sabe que durante su adolescencia, se enamoró de una joven. Según relatos que el propio Papa compartió en diversas entrevistas, esta relación fue seria al punto de que consideró casarse con ella. Cuenta:
“Durante ese año en el seminario también tuve un pequeño flechazo: es normal, de lo contrario no seríamos seres humanos. Ya había tenido una novia antes, una chica muy dulce que trabajaba en la industria del cine y más tarde se casó y tuvo hijos. Esta vez estaba en la boda de uno de mis tíos y me quedé deslumbrado por una chica. Realmente me hizo girar la cabeza por lo guapa e inteligente que era. Durante una semana tuve su imagen siempre en mi mente y ¡me resultaba difícil rezar! Luego, afortunadamente, se me pasó y me dediqué en cuerpo y alma a mi vocación”.
La salud del Papa
De manera significativa, aborda las recurrentes especulaciones sobre sus problemas de salud, las críticas de los conservadores y lo que ambas cosas pueden significar para el futuro de su pontificado.
Francisco, al que le extirparon parte de un pulmón cuando era joven, ha estado luchando contra la bronquitis, la gripe y el resfriado de forma intermitente este invierno y durante las últimas dos semanas ha pedido a un ayudante que lea la mayoría de sus discursos. En 2021 le extirparon un trozo del intestino grueso y el año pasado tuvo que ser hospitalizado dos veces, una de ellas para extirpsacarle arle tejido cicatricial intestinal de operaciones anteriores por diverticulosis o abultamientos de la pared intestinal.
En sus memorias, subrayó que el papado es un trabajo para toda la vida, pero que “si se produce un impedimento físico grave”, ya ha redactado una carta de renuncia que se encuentra en la Secretaría de Estado.
“Pero esto es, repito, una posibilidad lejana, porque verdaderamente no tengo ninguna causa lo suficientemente grave como para hacerme pensar en dimitir”, dijo. “Algunas personas pueden haber esperado que tarde o temprano, tal vez después de una estancia en el hospital, podría hacer un anuncio de ese tipo, pero no hay riesgo de ello: Gracias a Dios, gozo de buena salud y, como he dicho, hay muchos proyectos que llevar a buen término, si Dios quiere.”
La bomba atómica
Francisco es, también, testigo de acontecimientos históricos. En la Segunda Guerra Mundial, Hiroshima y Nagasaki. DIce en el libro:
“La gente en el bar o en el oratorio de los Salesianos decía que los americanos -los llamaban los gringos- habían lanzado esos artefactos mortíferos… El uso de la energía atómica con fines bélicos es un crimen contra el hombre, contra su dignidad y contra cualquier posibilidad de futuro en nuestra casa común. ¡Es algo inmoral! ¿Cómo podemos erigirnos en paladines de la paz y de la justicia si mientras tanto construimos nuevas armas de guerra?”. Y luego Bergoglio revela, devolviendo el fuego a la Curia: “Una vez adulto, como jesuita, me hubiera gustado ser misionero en Japón, pero no me dieron permiso para ir a causa de mi salud, un poco precaria en ese momento. Quién sabe. Si me hubieran enviado a esa tierra de misión, mi vida habría tomado otro rumbo”.
Las críticas desde adentro y el matrimonio homosexual
Francisco reconoció que los críticos dentro y fuera del Vaticano le han acusado de destruir el papado y han tratado de bloquear las reformas que los cardenales le encomendaron promulgar a raíz de su elección en 2013.
“Había un fuerte deseo de cambiar las cosas, de abandonar ciertas actitudes que, lamentablemente, han resultado difíciles de erradicar”, dijo. “Ni que decir tiene que siempre hay algunos que desean frenar las reformas, que quieren que las cosas sigan siempre como en los tiempos de los papas reyes”.
En sus memorias, Francisco se reafirmó en su reciente decisión de permitir a los sacerdotes católicos bendecir a parejas del mismo sexo y negó que las críticas que estallaron pudieran dividir a la Iglesia. Los obispos africanos en su conjunto, así como obispos conservadores individuales de todo el mundo, han dicho que no seguirían la nueva directiva.
“Sólo quiero decir que Dios ama a todos, especialmente a los pecadores. Y si mis hermanos obispos, según su discernimiento, deciden no seguir este camino no significa que sea la antesala del cisma, porque no se pone en cuestión la doctrina de la Iglesia”, dijo Francisco.
Reafirmó su apoyo a las uniones civiles al tiempo que descartó el matrimonio homosexual, diciendo que “es justo que estas personas que experimentan el don del amor tengan las mismas protecciones legales que todos los demás.”
Razonó que Jesús pasó tiempo con personas que vivían en los márgenes de la sociedad “y eso es lo que la iglesia debería hacer hoy con los miembros de la comunidad LGBTQ+.”
El golpe en la Argentina
Según ha contado, Bergoglio escondió a tres seminaristas que finalmente fueron asesinados por la dictadura. En su nuevo libro, el pontifice se extiende sobre el tema: “Esos tres seminaristas me ayudaron a acoger a otros jóvenes en situación de riesgo como ellos, al menos veinte en dos años. Los servicios secretos, creo, me vigilaban, así que conseguí despistarlos de alguna manera cuando hablaba por teléfono o cuando escribía cartas… Me presentaron el caso de un chico que necesitaba escapar de Argentina: me di cuenta de que se parecía a mí y entonces conseguí que escapara vestido de cura y con mi carné de identidad. Aquella vez arriesgué mucho: si lo hubieran descubierto, sin duda lo habrían matado, y entonces habrían venido a buscarme”.
En relación a los dos jesuitas expulsados de la Compañía y secuestrados por el régimen, el padre Yorio y el padre Jalics, Bergoglio relata que se esforzó por asegurar su liberación: visitó al almirante Massera en dos ocasiones; logró hablar con Videla, persuadiendo a su capellán para que se declarara enfermo y celebrando misa en su lugar. Eventualmente, ambos fueron liberados y Bergoglio organizó su escape de Argentina. También trató de ayudar a Esther, su profesora comunista, ocultando sus libros, pero no pudo salvarla. “Fue un genocidio generacional”, escribe el Papa.
Y no deja de mencionar lo que lo atañe personalmente: “Las acusaciones contra mí continuaron hasta hace poco. Fue la venganza de algunos izquierdistas que sabían cuánto me opuse a aquellas atrocidades… El 8 de noviembre de 2010, también fui interrogado como persona informada de los hechos para el juicio sobre los crímenes cometidos durante el régimen. El interrogatorio duró cuatro horas y diez minutos: un bombardeo de preguntas… Después, algunas personas me confiaron que el gobierno argentino de entonces había intentado por todos los medios ponerme la soga al cuello, pero que al final no encontraron pruebas porque yo estaba limpio”. La presidenta de ese momento era Cristina Kirchner.
Cosas delicadas en la pantalla
El Papa es un apasionado del fútbol, pero no mira partidos de Argentina por televisión. ¿Por qué? Lo dice en el libro:
“Era el 15 de julio de 1990. Mientras con los hermanos veíamos la televisión en la sala de recreo, se emitieron algunas escenas no muy delicadas, por decirlo suavemente, algo que ciertamente no era bueno para el corazón. Nada arriesgado, por Dios, pero una vez de vuelta en la sala me dije: ‘Un sacerdote no puede ver estas cosas’. Y así, al día siguiente, en la misa de la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, hice voto de no volver a ver la televisión”.
La relación con Ratzinger
Con otros cardenales, Bergoglio llegó a Roma cuando su antecesor, Benedicto, renunció. Ratzinger habló con ellos y les prometió “reverencia y obediencia incondicionales al nuevo Papa que será elegido en cónclave, y que está entre nosotros”. Ya elegido, el Papa Francisco fue a ver a su antecesor a Castel Gandolfo. “Decidimos juntos que sería mejor para él no vivir escondido, como había supuesto inicialmente, sino ver a la gente y participar en la vida de la Iglesia. Desgraciadamente sirvió de poco, porque en diez años no han faltado las polémicas y nos han perjudicado a los dos”.
¿Renunciar?
Francisco dice que no, que no se va. “Creo que el ministerio petrino es ad vitam y por tanto no veo condiciones para una renuncia. Las cosas cambiarían si se produjera un grave impedimento físico, y en ese caso ya he firmado al inicio de mi Pontificado la carta con la renuncia que está depositada en la Secretaría de Estado. Si esto sucediera, no me llamaría Papa emérito, sino simplemente Obispo emérito de Roma, y me trasladaría a Santa María la Mayor para volver a ser confesor y llevar la comunión a los enfermos. Pero ésta es una hipótesis lejana, porque en realidad no tengo motivos tan serios para pensar en una renuncia. Alguien, a lo largo de los años, tal vez ha esperado que tarde o temprano, quizá después de una hospitalización, hiciera un anuncio de este tipo, pero no existe tal riesgo: gracias al Señor, gozo de buena salud y, si Dios quiere, quedan muchos proyectos por realizar”.
“Imagino una Iglesia madre que recibe a todos”, dice Francisco. Ese también es su legado.