Finalmente hemos llegado al “Día D” de uno de los procesos electorales más accidentados, atípicos y complejos de las últimas décadas. Ha sido casi épico para el Tribunal Supremo Electoral, para las instituciones democráticas y para los bolivianos arribar a esta instancia de resolución de las profundas diferencias políticas, en medio de una de las multicrisis más complicadas de la historia.
Una vez más, el voto es el recurso clave para evitar una resolución violenta de estas disputas. Eso sí, la elección presidencial no debe asumirse como un fin, sino como un medio. O sea, no es el destino ni la meta, es el camino para llegar a un destino. Esto significa que después del domingo 17 de agosto el país no cambiará automáticamente con el triunfo de uno de los ocho binomios, ni tampoco con las derrotas de los otros. Desde el día después del 17-A se debe todavía transitar un largo camino de grandes dificultades y de retos, considerando además la probabilidad de que se estrene la segunda vuelta contemplada en la Constitución Política, si ninguno de los candidatos presidenciales consigue el 50 por ciento más uno o el 40 por ciento de los votos, con una diferencia de diez puntos sobre el segundo.
Lo épico de lo hecho hasta ahora para que hayan elecciones está marcado por los grandes problemas que se tuvieron previamente. Una inédita antesala de cadenas de demandas judiciales para inhabilitar candidaturas, fuertes pugnas de algunos poderes del Estado, la truncada inscripción de Evo Morales, la anulación de la personería jurídica de dos siglas, la inhabilitación del emergente Jaime Dunn, los problemas internos del TSE, los contratiempos de financiamiento de la votación, sobre todo en el exterior, y, lo más grave, la violencia en las carreteras con la reciente muerte de ocho personas en un prolongado bloqueo de organizaciones evistas.
Muy cerca del “Día D” no han faltado las amenazas de quemas y bloqueos de ánforas en algunos municipios que rechazan la exclusión de la foto de Evo Morales en la boleta. Tras la detención preventiva de una de las protagonistas de la amenaza, el evismo giró y empezó una campaña a favor del voto nulo, lo que es una opción menos atentatoria a los valores democráticos y ha diluido el riesgo de violencia. No han faltado, sin embargo, hasta el final, algunas situaciones de incertidumbre por declaraciones del candidato de un binomio incompleto, por algún vocal electoral desbocado y por ciertas listas de candidaturas que se tenían que rellenar.
De todos modos, el calendario electoral se ha cumplido, lo que parecía hace meses imposible y que resulta ahora casi épico. Queda en el recuerdo también una de las campañas marcadas por una llamativa seguidilla de foros, entrevistas periodísticas y debates presidenciales. Ha sido un proceso dominado por una avalancha de encuestas, por un mermado entusiasmo ciudadano (tal vez por la sobresaturación de promesas y la preocupación cotidiana por la sobrevivencia), por una fuerte incidencia de la propaganda y desinformación en las redes sociales, y por la infaltable “guerra sucia” en el tramo final.
Más allá de las encuestas que se conocieron en la antesala de la concurrencia a las urnas, será el voto de cada uno de los bolivianos el que nos pondrá en la realidad, concretará o desmontará algunas hipótesis y despejará ciertas dudas y misterios, como el llamado “voto oculto” y el de los indecisos.
Aunque la certidumbre de la celebración de las elecciones finalmente se consolidó, casi 8 millones de bolivianos asistimos este domingo a la votación presidencial número 17 del periodo democrático y la número 37 de la historia republicana con una gran incertidumbre sobre el resultado final. Más allá de las encuestas que se conocieron en la antesala de la concurrencia a las urnas, será el voto de cada uno de los bolivianos el que nos pondrá en la realidad, concretará o desmontará algunas hipótesis y despejará ciertas dudas y misterios, como el llamado “voto oculto”, el de los indecisos o la inédita campaña por el nulo.
Una de las hipótesis más remarcadas en la antesala de la votación es que en la noche del domingo 17 conoceremos al ganador de las elecciones, pero no tendremos aún Presidente, y que será necesario estrenar en octubre el balotaje para zanjar una apretada disputa. Lo que puede quedar más claro es la conformación de la nueva Asamblea Legislativa, probablemente con cinco bancadas de diverso color. Finalmente, el misterio mayor radica en cómo se decantará el llamado “voto oculto”, el de los indecisos y aquel que no fue alcanzado por las encuestas. La última palabra la tiene usted, el elector. Que sea una gran fiesta democrática.