Lo sucedido el miércoles 26 quieren que sea entendido únicamente si nos adscribimos a una de las dos teorías que ya nos envuelven. Lejos de la libertad de comprender la coyuntura, el contexto y sus factores determinantes, diversos intereses quieren imponer un fórceps mental de acatamiento de narrativas verticales. El pensamiento superficial observa lo sucedido en monocolor, en sí o en no, en blanco o negro. Y entre las dos narrativas del bitono, la desesperación para imponer el color preponderante. Es la expresión de la reducción de hechos a una cuestión casi de convencimiento religioso; algo como la fe y los misterios inabordables.
Las narrativas político/discursivas suman mayor atención cuando los gobiernos perciben que su legitimidad y popularidad empieza a debilitarse. En el libro de Luis Moreno Ocampo, “Cuando el poder perdió el Juicio: 1985”, encontramos una referencia significativa que explica esta importancia de las narrativas: “Viet Nguyen nació en Vietnam durante la guerra, tenía cuatro años cuando su familia se exilió en Estados Unidos, y vivió en un campo de refugiados. Se transformó en profesor y escritor, recibió premios Pulitzer por sus libros y nos enseña que: “La guerra se libra dos veces, primero en el campo de batalla y luego en la memoria”.
De forma similar, los juicios por crímenes masivos se realizan frente a los estrados judiciales, pero luego también generan nuevos debates por la memoria. Otras narrativas, académicas y populares revisan lo ocurrido y compiten para definir la memoria sobre los hechos e influir en cómo las sociedades transforman sus destinos.
2019 tiene sus dos narrativas en monocolor: Golpe o Fraude. Irreconciliables y, finalmente, distanciadas de lo profundo y la complejidad de aquello que motivó dicho suceso. El 26 de junio ya empezó a producir el monocolor de las narrativas que hoy confrontan las interpretaciones de los hechos del miércoles ennegrecido, melancólico y angustiado, el miércoles de Zúñiga: Golpe o Autogolpe. La “Historia oficial” de lo que motivó verdaderamente a este general a conmocionar y remecer el país será contrastada con el sentir popular y con los millones de interpretaciones que realizan en este momento las bolivianas y los bolivianos. A pesar de ello, lo importante está en comprender por qué llegamos a este momento y qué relación tiene esto con lo que entendemos como crisis históricas irresueltas y crisis coyunturales de atención inmediata.
Lejos de las disputas de las narrativas que buscan construcciones de una épica victoriosa o un debilitamiento del poder, hoy tenemos factores críticos que, acumulados todos ellos, nos conducen a un momento de baja calidad en la democracia y de fragilidad institucional, pero también de lasitud económica, ingobernabilidad legislativa y un Estado que sigue guiado por un modelo que tiene fecha de caducidad obligada si no es reconducido con urgencia extrema.
Las formas y los procederes políticos que caracterizan la acción de quienes están en la escena pública del poder o en su entorno van sumando desprecio a consecuencia de su irascibilidad. Odian, se degradan unos a otros, anteponen los adjetivos insultantes por encima de los argumentos propositivos y ya, en el último tiempo, sus desesperadas batallas por controlar el poder político han colocado en alerta la economía popular amenazándola con echarla abajo. Los días que siguen al 26 de junio volverán a reincorporar en la mesa de la discusión nacional la cuestión de la iliquidez de la divisa norteamericana, la prórroga indefinida de los jueces, el actuar del TPC y los riesgos que se ciernen sobre el trabajo esforzado del Tribunal Electoral. Lo hecho por Zúñiga es un episodio lamentable que deja en su paso decenas de preguntas vacías de respuestas. No otorga popularidad y apenas concede unos días de gracia para quien más lo requiere.
La “Institucionalidad enferma” podría ser el rótulo que defina el estado de nuestras instituciones; y “Economía Insuficiente” el que caracterice el momento actual. “In/convivencia política” aquel que describa las relaciones sociales y políticas de este tiempo. “Ideologización internacional inconducente” graficaría nuestras relaciones internacionales. Así, en estas áreas, vamos dejando que el quietismo posibilite que se vayan sedimentando crisis que requieren soluciones políticas, ante todo.
Si los repostulantes a la presidencia, -que son todos, por derecha e izquierda, pues todos dejaron de ser noveles electoralmente-, comprendieran que el poder debe rotar y circular; que hay que estar y dejar estar, entonces las pulsiones políticas estarían guiadas hacia la sociedad, el Estado y lo que se pretende como nación.