El politólogo y profesor de la Universidad Internacional de La Florida (Estados Unidos), Eduardo Gamarra, alertó que permanece la duda respecto del alzamiento armado encabezado por Juan José Zúñiga sobre si fue un “Golpe fallido”, como dice el Gobierno de Luis Arce Catacora, o un “autogolpe”. ¿Cuál es la salida para un país en crisis? Gamarra alerta por los riesgos de adelantar las elecciones generales o suspender las elecciones, como pudiera impulsar el oficialismo.
- ¿Cómo se ha visto a nivel internacional esta arremetida militar encabezada por Juan José Zúñiga, el miércoles 26 pasado?
- La reacción internacional, al inicio, fue la que debía ser dado que se veía como un “golpe militar”, algo que no había sucedido en Bolivia más de 30 años. Se veía con mucha preocupación que los militares tomaran el poder y el retorno a esos momentos verdaderamente tristes de nuestra historia. La OEA reunida en Paraguay, varios gobiernos tanto de derecha como de izquierda, reaccionaron condenando este golpe. Al principio, eso se veía como algo que fortalecía al presidente Luis Arce Catacora en un momento de crisis muy seria. La crisis boliviana realmente no se entiende aquí en Estados Unidos. Bolivia no atrae mucha atención en este país y como somos pocos los bolivianos que residen aquí en EEUU entonces no incidimos en el debate. Esto sí cobró mucha fuerza, por las imágenes, por lo que fue un evento noticiero muy importante. Pero a medida que pasó el tiempo y a medida que se empezó a recibir mayor información desde el país varios medios, como el Wall Street Journal, salieron con una interpretación mucho más compleja de lo que estaba pasando en Bolivia. Por lo que hoy, sigue en duda, en gran medida, el papel que pudo haber jugado el mismo Gobierno en lo que pasó el miércoles 26. Hay quedado esa duda, por lo menos mediática, pese a la posición del Gobierno de Estados Unidos que es apoyar al gobierno democráticamente elegido y ese es el Gobierno de Luis Arce Catacora y ningún apoyo para ningún golpe de ningún tipo. Pero están estos sectores que plantean que pasó algo parecido a lo que ocurrió en Venezuela. Incluso una comparación con lo que pasó en Turquía porque allí sí hubo un golpe de Estado con la idea de fortalecer a Erdogan. Entonces, allí está la duda sobre si realmente fue un golpe o un teatro político.
- La insurrección militar se produce, además, en un momento en que Bolivia enfrenta varias crisis, política, económica e institucional. ¿Puede un país soportar tantas crisis al mismo tiempo?
- Hemos vivido estas crisis a lo largo de nuestra historia. En plena hiperinflación del año 85 escribí junto a James Malloy mi primer libro sobre la realidad boliviana en un momento en que el presidente Víctor Paz Estenssoro dijo “Bolivia se nos muere”. La mayoría de los analistas decían que el país siempre ha tenido esa capacidad de llegar al borde del abismo, pero no caer al abismo. Yo no sé si estamos otra vez al borde del abismo. No sé si Bolivia se puede recuperar y creo que la comparación con lo que pasaba en 1985 es importante. En ese momento, habíamos llegado al final de una Era de Capitalismo de Estado y de sustitución de importaciones. Era el fin de la Era del Estaño y de la minería tradicional. De allí surgió una nueva época que duró 25 años. Hoy estamos al final de otro ciclo. En 1985, los gobiernos anteriores a Paz Estenssoro no habían hecho lo suficiente como para rescatar el modelo económico y crear una nueva economía. El gran dilema de Bolivia es que siempre hemos sido un país exportador de recursos naturales, dependemos tanto de ellos que pensamos que son eternos. Y los gobiernos de turno no piensan qué va a suceder cuando ese mineral o ese hidrocarburo o ese producto agrícola llegue a su fin de ciclo. Bolivia no es el único país que tiene esta característica. Desafortunadamente, lo que heredaron Evo Morales y Luis Arce, que fue producto de una inversión grande en exploración, lo desperdiciaron. Y no hubo ningún intento de buscar una fórmula para definir qué iba a hacer Bolivia cuando se le acabara el gas natural. La promesa del Litio, que sigue siendo una promesa extractivista quizás generará frutos en 5 años, pero no antes de que haya un proceso electoral. Creo que no hay visión de país a futuro, de estar tan ensimismados en los debates políticos coyunturales y no pensar en qué país vamos a tener en 2030 o 2040. Hay gobernantes que están pensando en qué va a pasar con sus países en 2040, creo que esa es la forma de saber hacia dónde vamos. Los debates sobre si somos de izquierda o de derecha, son debates del siglo XIX.
- Luis Arce Catacora obtendrá algo de “oxígeno” político con esta crisis militar, pero falta un año y cuatro meses para el fin de su mandato constitucional. Algunos analistas ya proponen el adelantamiento de elecciones. ¿Qué opinas tú al respecto?
- No soy partidario de modificaciones que alteran el proceso constitucional, no hay nada en la Constitución que diga que uno puede adelantar las elecciones. El proceso constitucional debe seguir. Pero la gran preocupación existe. Pensando en Venezuela, donde Maduro tiene todas las de perder y donde se teme que no haya elecciones, es que no hay gobierno autoritario que quiera dejar el poder por la vía electoral. No creo que Bolivia sea una democracia, pero tampoco un autoritarismo competitivo. Para que haya competencia tiene que haber competidores. En Bolivia no existe una oposición coherente. Eso no es culpa del Gobierno, sino de los actores que tenemos en Bolivia. Espero que este “ejercicio militar” o lo que haya sido esta semana, no sea una excusa para que el Gobierno diga que las condiciones no están dadas para llevar adelante un proceso electoral. Y el pedido de la oposición, que también está fuera de la Constitución, es muy riesgosa. Alguna vez le pregunté a un alto dirigente del MNR cuál era la solución para Bolivia y, me dijo: “Mire joven, en Bolivia no hay solución, solo hay salidas”. Eso me llevó a escribir mucho sobre la noción de “salidas” para la crisis boliviana. Uno no puede avanzar como país de salida en salida. Si bien la Constitución tiene sus falencias, motivar o forzar un adelantamiento de las elecciones o suspenderlas es de extraordinario riesgo para un país que ha demostrado que, en momentos de crisis, puede llegar a ser violento.