¿Debe un líder envejecido retirarse del poder?

¿Debe un líder envejecido retirarse del poder?

La neurología es muy clara en este aspecto. La principal señal de una inteligencia activa es la capacidad de mantener en mente - al mismo tiempo - dos ideas aparentemente opuestas y saber tomar una decisión en beneficio de uno o de su entorno. Si esta lucidez no es posible de sostener en la mente, es un síntoma preliminar de agotamiento mental, en el mejor de los casos, y en el peor, es el inicio de una demencia senil. La fatiga cerebral no excluye a jóvenes de ancianos. Un adolescente puede presentar fatiga cerebral y hasta severas disfunciones. O un anciano puede mantener sus capacidades casi intactas.

Por eso es tan importante partir del principio que una reflexión liviana podría llevar a implementar prácticas discriminatorias por edad y a cambios generacionales en el liderazgo que no necesariamente estarían sustentadas en estudios honestos y científicos.

Cuestionar la capacidad de un líder basándose únicamente en la edad es discriminatorio y erróneo. Pero entonces, ¿Qué edad es demasiado avanzada para ser líder? ¿Hasta qué edad es aconsejable que una persona siga afianzando l liderazgo en una corporación, institución o Gobierno? ¿Debería fijarse un límite de edad, así como se establecen los tiempos de jubilación laboral?

Mas de la mitad de los países en el mundo está liderados por ancianos. O, si quiere, personas con más de 75 años en adelante. Es una gerontocracia muy activa y que ya avisa un cambio generacional muy grande en la política, especialmente, donde ya se ven y suenan nombres de políticos jóvenes, con miradas muy disruptivas y haciendo un uso agresivo de las plataformas digitales. Bukele (42 años) es, quizás, la epítome del cambio de rostro en la política latinoamericana. Un personaje que vive de las redes sociales y tiene un apoyo importantísimo en El Salvador por su lucha frontal contra las maras y mafias delincuenciales, al borde del límite de los derechos humanos. Sin dejar de lado a Milei (53 años), al que más de uno lo califica como loco y con fallas neurológicas.

En Bolivia también ya tenemos rostros jóvenes, virales y con narrativas muy distintas de los políticos tradicionales y, por supuesto, viejos cuyas edades tienen una media de entre 70 a 75 años.

Este debate sobre la edad del líder, comenzó con los severos dislates del actual Presidente norteamericano Joe Biden (81años) y que alcanzó su punto álgido tras su reciente actuación en el debate presidencial, donde se mostró, una vez más, disperso, sin dominio de su corporalidad y con una marcada incapacidad de ubicuidad. Frente al ex presidente Trump, también viejo (78 años) que mantuvo su agresividad habitual. ¿Son demasiado viejos para liderar? ¿Están cognitivamente intactos? ¿Carecen de la capacidad para ser eficaces?

Siempre, todas las transiciones de poder desde empresas familiares hasta las grandes corporaciones se deben a una planificación sobre la base de la salud y el vigor de sus líderes,  en lugar de una decisión basada más únicamente en una edad cronológica en lugar de sopesar capacidades mentales y productividad.

¿Por qué debemos suponer que todos, a cierta edad, están listos para dejar el cargo?

Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que a cualquier edad, los individuos son diversos y diferentes: física, cognitiva, creativa y productivamente. La fijación en la edad ignora las diferencias individuales y se manifiesta en una serie de prácticas burdas, como jubilaciones obligatorias que plantea el Gobierno masista de Arce (60 años) y que de alguna manera establece límites de edad para participar activamente en su quehacer profesional. Estamos estigmatizando a nuestros jubilados.

Para la experta Jo Ann Jenkins (directora de la AARP una organización sin fines de lucro que se dedica a apoyar a las personas mayores), el edadismo es una de las últimas fronteras de la discriminación. Afecta a los mayores y refleja prejuicios, estigmas sobre el talento, la competencia, la adaptabilidad y el valor de las personas adultas. Favorece a los jóvenes y subestima la experiencia. Para Jenkins el edadismo sigue infectando cada rincón de la sociedad y se ve reforzado por políticas, protocolos y normas culturales discriminatorias hacia quienes tienen entre 60 y 80 años.

Y ya que estamos hablando de políticos viejos, en un debate presidencial en Estados Unidos, precisamente, el periodista le preguntó al entonces candidato a una segunda presidencia Ronald Reagan, sobre su edad al catalogarlo como el posible presidente más viejo de la historia norteamericana, a lo que el hábil político contestó: “No voy a explotar, con fines políticos, la juventud e inexperiencia de mi oponente”. Reagan ganó un segundo mandato en una elección aplastante, pero diez años después, el político anunció en una carta a la nación que sufría la enfermedad de Alzheimer. Si hubo o no signos de demencia durante su presidencia sigue siendo un tema de debate, como el supuesto Parkinson y senectud del actual presidente Biden.

Texto de Javier Medrano, Periodista y Cientista Político

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