En las últimas dos semanas, los bolivianos hemos visto una nueva oleada de autoritarismo ejecutada por el gobierno de Luis Arce Catacora aumentarse al mar de inestabilidad política y económica en el que ya estamos viviendo.
La historia y la noviolencia muestran que los gobiernos autoritarios usualmente arman escenarios de “autogolpes” para justificar nuevas oleadas de persecución política ante la opinión pública, como el caso de Turquía el 2016 o China en 1976. Y efectivamente, desde la movilización militar del pasado 26 de junio, el MAS ha procedido al arresto de quienes identifica como responsables, sin seguir el debido proceso, sin dar transparencia sobre las supuestas investigaciones realizadas, ni respetar los derechos humanos de los aprehendidos.
Muchos advertimos que esta persecución política, que ya era alta pero va en aumento dada la debilidad del gobierno actual, va a incrementar aún más. Es fácil leer que nuestro país está entrando a una nueva etapa de mayor endurecimiento del autoritarismo del MAS, mayor persecución y amedrentamiento a políticos opositores, activistas y periodistas en general, y menores libertades (de expresión, de asociación, de movilización, etc) para la ciudadanía en general. Recalco: La persecución política no sólo afecta a quienes están “políticamente” activos. Es un ataque a las libertades de todos.
Como alguien que lleva años estudiando estrategias y tácticas de noviolencia para contrarrestar el autoritarismo, hay muchísimo que quisiera decir respecto a qué podríamos y deberíamos hacer como país frente a esta nueva etapa de un autoritarismo más duro. Pero quiero empezar volviendo a los principios básicos, y a un caso y un pensador de noviolencia quizás cliché, pero aún importante: Mohandas K. Gandhi. Cuando Gandhi preparaba a sus cientos de voluntarios de “Satyagraha” (noviolencia) en la India ante el aumento de la represión inglesa, indicaba que la mitad de la victoria de su resistencia se basaba en la “auto-purificación”: la minuciosa introspección y análisis de quienes somos parte de la causa, la identificación de nuestras debilidades como grupos, y el trabajo en “limpiar” o superar esas debilidades antes de la campaña final para la liberarnos de la opresión. El Mahatma indicaba que para el éxito de una campaña de desobediencia civil o noviolencia masiva, era necesario unificar a las masas bajo estricto y duro trabajo de educación sobre la causa en sí y la disciplina de noviolencia para alcanzarla. Enfrentarse al oponente sin haber “auto-purificado” nuestros propios grupos, decía, terminará casi siempre en derrota (Quienes han leído a Sun Tzu encontrarán que indicaba lo mismo, aunque con otras palabras).
Bajo este lente, más allá de exponer las acciones autoritarias del gobierno de Arce (lo cual claramente es bueno y necesario), también toca analizarnos como ciudadanía boliviana en su conjunto (partidos políticos, movimientos sociales, plataformas, periodistas, etc) respecto a dónde están nuestras debilidades, dónde tenemos que trabajar en conjunto estando a casi un año de las siguientes elecciones generales.
Para iniciar, es importante reconocer que, en un contexto de tanta inestabilidad económica, un gobierno débil y por ende cada vez más autoritario, represión y persecución política en aumento, e instituciones estatales que no funcionan en absoluto como deberían, estamos en un escenario fértil para conflictos o movilizaciones violentas que puedan acabar en muertes. Tales eventos, como ya ha ocurrido en el pasado, pueden ser utilizados como excusa para mayor persecución política, independientemente de quién es el verdadero responsable. Por lo tanto, en situaciones de autoritarismo creciente, la noviolencia se vuelve aún más importante y necesaria. Nuestro entendimiento y discurso, sobre todo entre quienes nos consideramos opositores al autoritarismo del MAS y defensores de la democracia y el estado de derecho, debe ser claro y fuerte en el hecho de que ningún tipo de violencia es conveniente ni aceptable para nuestra causa. No debe haber un mínimo espacio de legitimación de la violencia cuando nuestros fines son justamente lo opuesto: respeto a la constitución y a los derechos humanos. Y, por ende, tampoco debe haber apoyo a la posibilidad de un golpe de estado o acción militar contra el gobierno de Arce, pese a que es un gobierno autoritario. Por eso aplaudo que tantos líderes políticos opositores se hayan pronunciado en tiempo real en contra de la movilización militar del 26 de junio, aunque muchos en las redes hayan cuestionado dichos pronunciamientos como útiles para el MAS en su momento. Aunque sea repetitivo en mis mensajes, hago hincapié en este punto porque es común que la persecución y represión crecientes también generen una respuesta más radicalizada de quienes son oprimidos y perseguidos. La frustración y la impotencia pueden causar nuevos brotes de ideas o narrativas pro-violencia, pero debemos saber que la violencia siempre funciona en favor del régimen opresor porque le da validez para realizar mayores abusos. Cualquier acción violenta, aunque sea para defender una causa justa, pone en inmediato peligro a los líderes de la causa en sí.
Una segunda “debilidad” que deseo mencionar es la misma que criticamos como Ríos de Pie el 2019 y 2020: Nos sigue faltando unidad. Por un lado, ante las elecciones que se vienen, sigue habiendo anuncios de distintas candidaturas (o caminos hacia esas candidaturas) que se presentan como la “salida” del MAS y el “retorno” a la democracia, cuando nuestras experiencias pasadas nos deberían haber enseñado que la “salida” del autoritarismo se construye en unidad, no con tantas candidaturas. Y por otro lado, mirando a la sociedad civil, me permito decir que sí hay mucho trabajo valioso y fuerte en defensa de los derechos humanos y libertad de expresión, pero cada vez son menos quienes lo realizan. La autocensura es alarmante en nuestro país, y es una victoria para el MAS dada la persecución política que ha ejecutado para lograrlo. Debemos animarnos públicamente a contrarrestar la autocensura, y en lugar de caer en la desconfianza entre nosotros, aumentar los lazos de trabajo en conjunto, o la causa que nos une aunque dicha labor la hagamos desde distintas instituciones. En ese apoyo en redes y en esa solidaridad altruista está la fortaleza que resistirá de forma más efectiva y rápida a la persecución que hoy aumenta. En un momento en que se reducen gradualmente los espacios para libertad de expresión en Bolivia, deberíamos aprovechar los espacios que todavía tenemos para unirnos y mostrarnos en unidad, y no autocensurarse porque esto hace el trabajo del gobierno más fácil y rápido.
Esta columna no es para nada un análisis exhaustivo ni completo de la situación actual, pero creo que estos tres temas deberíamos tratarlos de forma urgente, sociedad civil y partidos políticos en conjunto: Fortalecer nuestra cultura de noviolencia frente a la inestabilidad política y económica, unificar de una vez por todas a actores relevantes en la defensa de la democracia, y reconocer y luchar en conjunto contra la autocensura. Las tres acciones pueden realizarse con nuestros propios esfuerzos y decisiones, si logramos los espacios de diálogo y coordinación que lo permitan. En un contexto en que tantas acciones se restringen por decisiones del gobierno, estas tres tareas pueden realizarse sin ninguna dependencia del mismo. Y estamos a tiempo para poner estas medidas preventivas en lugar, antes que la situación de crisis y autoritarismo se agudicen (que lo van a hacer). Creo firmemente que tenemos la capacidad para hacerlo, y creo también que, pese a decepciones pasadas, este año podemos tener la madurez política para aprender de errores pasados. La situación es clara: Es momento de unidad.