El ciclón Trump causa daños en su propia casa

El ciclón Trump causa daños en su propia casa

Manuel Campo Vidal

No solo el mundo exterior está en vilo. En su propia casa, en Estados Unidos, se sienten los efectos del “ciclón Trump”. En parte por la agresividad de la Administración que ahora cancela el número del seguro social, imprescindible para trabajar, a miles de inmigrantes, incluso muchos llegados legalmente, para forzar el retorno a sus países. A ver quien cubre esos puestos si la “autodeportacion” se produce por inanición económica. En paralelo caen los mercados y se resienten los inversores, grandes y pequeños; y también los fondos de pensiones. Cuando una joven denuncia que su madre este mes recibe ciento veinte dólares menos, por culpa de la batalla de los aranceles, pone cara y nombre a una consecuencia real que desmiente eso de que los americanos vayan a vivir mejor. El propio Trump en su reunión de gabinete trató de tranquilizar a los secretarios calificando estas consecuencias como “costes de la transición”.

El problema es saber a donde lleva esa transición. Los multimillonarios de la llamada oligarquía tecnológica que se fotografiaron jubilosos en la toma de posesión del Presidente, pagarían hoy mucho dinero por borrarse de esa imagen para no ser diana del malestar de consumidores y accionistas. El propio Elon Musk, que da miedo decir que lleva más de seiscientos mil millones de dólares perdidos en esta batalla tras haberse ufanado de la victoria trumpista e inmiscuirse en elecciones varias desde Alemania a Wisconsin, ha llamado “imbécil” al zar de los aranceles, Peter Navarro. Navarro es el asesor que dicta al Presidente la política en esta guerra comercial que tanto perjudica a todos, incluidos los norteamericanos, desde los multimillonarios a las clases populares. Musk le ha dicho a Navarro que es “más tonto que un saco de ladrillos” y éste le dijo que no es un “fabricante de coches, sino un ensamblador de coches”. La portavoz de la Casa Blanca zanjó la polémica diciendo que “son cosas de niños”. Pues, peor; aterra saber que estamos en manos de niños.

Sobre Trump se rivaliza en titulares críticos, pero la ironía no falta. Hay artículos reclamando su candidatura al Premio Carlomagno por su inestimable contribución a unir a los europeos. Parece que tenía que llegar el ciclón Trump para que la Unión espabilara. Michel Barnier, ex primer ministro de Francia, que negoció el Brexit desde Bruselas, pide a Europa que no sucumba al pánico. Defiende que el mercado único es la mayor baza europea ante un mundo inestable. Ni Hungría se va, aunque se desmarque vergonzosamente en materia de derechos humanos al recibir al premier israelí Netanyahu y abandonar el Tribunal Penal Internacional.

Pero la frase reconfortante de la semana ha sido la pronunciada por el nuevo canciller alemán, el democristiano Friedich Merz, que forma coalición con socialdemócratas y verdes en estos tiempos de exigencia de unidad.: “Europa puede contar con Alemania”. Esperanzadora.

Los líderes europeos activos se recuperan electoralmente. Es el caso de Macron, del primer ministro británico Starmer y de otros. Pedro Sánchez ha viajado a Pekín, acompañado de empresarios españoles, para invitar a recuperar el diálogo entre Trump, Xi Jinping y la Unión Europea; y sembrando inquietud en el Partido Popular, donde acaso se le dio por muerto antes de tiempo. Anda tocado, pero no hundido. Giorgia Meloni viajará ahora a Washington a ver puede rascar para defenderse en Italia del malestar de agricultores y fabricantes de automóviles por los aranceles anunciados, aunque ahora aplazados. Nada está escrito.

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