El día después del 17 de agosto, el gran reto político del país será comenzar a reconstruir el destruido modelo de gobernabilidad, principalmente en el Legislativo, asentado en los últimos casi 20 años en una arrolladora hegemonía del MAS, que se desmoronó principalmente en los últimos dos años del gobierno de Luis Arce por las disputas entre las tres corrientes masistas.
Con los resultados de la votación de primera vuelta, el 18 de agosto quedará consumada la fragmentación política que hay en este final de ciclo, siempre que no se concreten alianzas preelectorales pragmáticas que rearticulen a los ahora dispersos oficialistas y opositores, escenario que aún no se visualiza de manera contundente.
Ante la inminente posibilidad que comience otro ciclo con el Legislativo fragmentado, surgen posiciones que ven saludable retornar a la era de los pactos, cuestionada principalmente por los evistas, que se acostumbraron a arrollar con los dos tercios. La llamada “democracia pactada”, principalmente entre fuerzas neoliberales, que prevaleció en la antesala del largo ciclo masista, también tuvo hasta 2003 sus momentos de sombras y de derrumbe, como lo ha tenido en este tiempo más reciente el abusivo rodillo de la hegemonía del socialismo del siglo XXI en Bolivia.
Hay una especie de dudas o hasta cierto desencanto con las dos propuestas de gobernabilidad o, al menos, se discute aún si se debe volver a la “democracia de pactos” o mantener el sistema de concentración de poder en una sola fuerza política para agilizar cambios profundos.
Algunos analistas de las encuestas que se han difundido en la etapa electoral anticipan un gobierno débil o de transición, ya que con menos del 30 % de los votos no podrá conseguir de inmediato gobernabilidad en el Legislativo, como le ocurre ahora a Luis Arce o como les ocurrió en el pasado a Hernán Siles Suazo y Carlos Mesa, y en el tiempo más reciente a la misma Jeanine Añez.
Ese es el escenario de complejidad que le espera al próximo Gobierno y la pregunta que ronda al ver los perfiles de los binomios es si, sobre todo los candidatos a la Vicepresidencia, dan la talla para reinventar un modelo de gobernabilidad más eficiente para que fluyan rápidamente cambios estructurales y de emergencia.
El próximo vicepresidente no debe ser una figura decorativa ni un funcionario que solo administre la burocracia parlamentaria. Debe ser un líder con todas las capacidades para reconstruir, e incluso, reinventar el modelo de gobernabilidad del Legislativo, que ha quedado obsoleto. Veremos si los elegidos en los binomios dan la talla, o solo están en la papeleta por sus vistas en Tik Tok
¿Qué de los aspirantes a la Vicepresidencia? ¿Son conscientes de esa realidad? ¿Tienen la capacidad para reinventar el modelo de gobernabilidad? ¿Conseguirán el suficiente poder para hacerlo? Por el tamaño del desafío, estamos hablando de alguien que conozca muy bien los problemas del país, que navegue sagazmente en las pantanosas aguas de la política y que sea un verdadero profesional de la construcción de consensos políticos. En pocas palabras, hablamos de un líder, y no de un simple personaje decorativo o un mero administrativo de la burocracia parlamentaria.
Uno de los peores legados que deja el Gobierno de Luis Arce es la destrucción de la institucionalidad parlamentaria, con su pésimo conductor David Choquehuanca. Poco le valió a este su experiencia en la función pública como Canciller y su apología de lo étnico y popular.
A propósito del perfil requerido para un cargo tan importante y complejo, cabe recordar a algunos de los que lo ejercieron, como Julio Garrett (vice de Víctor Paz), Luis Ossio Sanjinés (de Jaime Paz), ambos con amplia experiencia parlamentaria y académica, o el propio Jaime Paz (de Hernán Siles), Jorge Quiroga (de Hugo Banzer), Víctor Hugo Cárdenas (de Gonzalo Sánchez), Carlos Mesa (de Gonzalo Sánchez) y Álvaro García Linera (de Evo). Al menos dos de ellos debieron asumir el cargo de Presidente por crisis que derivaron en la sucesión. Observe usted en los ocho binomios de ahora si los candidatos a la vicepresidencia dan la talla, o simplemente han sido elegidos por criterios de marketing electoral o por sus vistas en Tik Tok.