A solo tres domingos de concurrir a las urnas, el calendario electoral avanza contra viento y marea, y es probable que sufra nuevas amenazas o contratiempos, sobre todo porque hay actores políticos y sus operadores de toda índole interesados en boicotear y hacer fracasar la votación, ya que quedaron afuera, pueden aún quedar al margen de ella o, sencillamente, sien- ten que perderán el poder que tenían si hay cambio de Gobierno.
Por el medio de estas fuertes turbulencias navega un árbitro frágil, con sus propios entuertos y contradicciones. Hablamos de un Tribunal Supremo Electoral, que, desde que asumió el 19 de diciembre de 2019, tiene grandes dificultades para estabilizarse. La prueba de su inestabilidad son las renuncias de tres de los siete vocales titulares elegidos inicialmente y el cuestionado reemplazo de la vocal que fue designada por el presidente Luis Arce. El primero en dejar su cargo al poco tiempo de su designación fue el expresidente del Órgano Electoral, Salvador Romero. Otras dos renunciaron ni a la mitad de su tiempo de mandato. En resumen, cuatro de los siete titulares no llegaron a cumplir los seis años en funciones previstos por ley.
Otra llamativa situación es la del mando actual del TSE, que tiene por primera vez en estos tiempos una presidencia interina, encargada al vicepresidente Óscar Hassenteufel, el más confiable de todos los vocales por su impecable trayectoria académica, profesional y ética. Ha resultado algo desconcertante que los actuales 7 vocales no se hayan puesto de acuerdo para elegir en abril pasado a un titular para los últimos meses que les queda de gestión (se van en diciembre). Los dos que se postularon no consiguieron apoyo de sus propios colegas, lo que desnuda la desconfianza o disputas entre sí. Por ese motivo, se tuvo que forzar un interinato con el decano y más experimentado de los siete, de manera de contener a los descontentos en un año electoral tan clave.
Es normal que hayan disidencias. “Las salas del TSE no han sido fáciles, sino muy tensas siempre”, acaban de decir dos exvocales. Sin embargo, lo no recomendable es la inmadurez, las ambiciones individuales y el exceso de protagonismo personal que impiden necesarios acuerdos.
Pese a todo, desde el interinato el reconocido abogado Oscar Hassenteufel se ha convertido en el nexo de sus colegas y en el escudo mayor del golpeado proceso electoral. El TSE ha caminado en zozobra permanente por los ataques políticos, las inéditas acciones judiciales para inhabilitar candidaturas y frenar las elecciones, e incluso las acusaciones y amenazas a los vocales. Se suma la poca voluntad de otros poderes del Estado para destrabar el financiamiento y la logística electoral y para blindar el proceso, pese a los compromisos asumidos en cuatro cumbres multipartidarias. La interferencia judicial es otra amenaza constante.
El TSE navega en medio de aguas turbulentas. Las presiones y acciones de los que boicotean y quieren impedir las elecciones del 17 de agosto son permanentes.
Oscar Hassenteufel ha sido el escudo del proceso más difícil de los últimos tiempos y requiere de apoyo de todos los actores demócratas.
La más reciente zozobra tiene relación con las contradictorias versiones sobre la permanencia de Hassenteufel en el mando interino del TSE, afectado por problemas de salud. El líder de los vocales se muestra agotado, sobre todo por el duro embate y las innumerables presiones que buscan impedir las elecciones, pero está convencido de que se las debe sacar adelante. Hasta ahora lo suyo encaja casi en lo heroico.
No obstante, lo que se viene será quizás más duro de lo que Hassenteufel ya ha soportado en el accidentado camino hacia el 17 de agosto, por lo que se requiere el compromiso absoluto y el alineamiento de todos sus colegas. Preocupan, sin embargo, las imprudentes actuaciones de algunos de ellos, que debilitan aún más la institucionalidad del TSE.
Con un panorama tan complejo, urge un respaldo unánime y contundente a Hassenteufel y al TSE de parte de los bolivianos comprometidos con la democracia, que somos la mayoría. Es prudente también que los vocales tomen la iniciativa de acordar con madurez la estabilización del mando de la institución y tener a mano un plan B para encarar los nuevos momentos críticos que pueden venir, de manera de reducir así las zozobras.