Donald Trump no anda de buen humor estos días, acostumbrado a ganarlo todo. Sin olvidar que Putin le pasó la mano por la cara y prosigue con su ofensiva en Ucrania, en las elecciones parciales de Estados Unidos perdió en Nueva York ciudad; y también en Nueva Jersey, Pensilvania, Georgia, Virginia y California. Pero habrá que esperar a que se celebren las legislativas intermedias (renovación del Congreso y un tercio del Senado) para comprobar si el Partido Demócrata, aun noqueado por la contundencia del varapalo de Trump en las presidenciales y legislativas, se recupera o no.
Porque todos los candidatos que ahora se han impuesto a los republicanos iban bajo las siglas de los demócratas -no tenían más remedio, o quedaban en la irrelevancia-pero cada uno era bien distinto al otro. Por eso se puede decir que Trump perdió, sí, pero los demócratas aún no ganaron. Otra cosa es que “hay luz en la oscuridad”, como dijo el flamante alcalde de Nueva York, Zhoran Mamdani.
“El caso Mamdani es único y solo puede darse en Estados Unidos”, se ha escrito. Si es por su condición de musulmán no es cierto, porque el ayuntamiento de Londres, la otra gran ciudad multicultural del mundo está gobernada desde hace varios años, por otro musulmán, en este caso de origen pakistaní, el laborista Sadiq Khan. Si es por ser hijo de un inmigrante africano, un ugandés, que estudió becado en Estados Unidos, tampoco es el primer caso porque Barack Obama es el hijo de un keniata también becado gracias al programa establecido por el presidente John Kennedy. Es más, el propio alcalde nació en Kampala y llegó a Estados Unidos con 7 años. Y si es por joven, quizás sí, porque nadie con 34 años alcanzó la condición de alcalde de esa ciudad emblemática, la de los inmigrantes, en cierto modo la capital mundial.
“Las prioridades de Mamdani tienen relación con la principal motivación del voto contra Trump: carestía de la vida, crisis de la vivienda, falta de sanidad pública, carencia de guarderías y escuelas frente al enriquecimiento exponencial de los más ricos”, ha escrito el profesor Manuel Castells, todavía ciudadano estadounidense. En cierto modo, esos elementos son bastante comunes en casi todos los países, no tanto en Europa, por lo que la falta de respuesta institucional a esos problemas, mientras se profundiza la desigualdad, da origen a expresiones electorales hasta ahora no detectadas suficientemente en las encuestas. Principalmente en variaciones de la extrema derecha. No en Estados Unidos, claro, porque allí lo ultra lo representa el propio Trump.
Entretanto, España sigue enredada en su laberinto. Ñuñez Feijóo y Abascal negocian nuevo presidente valenciano al precio de retrocesos en medio ambiente y atención a la inmigración. En paralelo, el juicio contra el Fiscal General del Estado, por supuesta revelación indebida de información, ha mostrado la profundidad de la herida entre fiscales, al tiempo que retrata el empeño de un juez por pasar a la historia a riesgo de “condenar a un inocente”, como lo definió uno de los testigos. Si hay varios periodistas que testifican que disponían del famoso correo electrónico antes de que el fiscal lo transmitiera, e incluso alguno lo publicó, queda claro que el acusado no fue el origen. Pero que más da; aunque otro testigo, Miguel Ángel Rodriguez, reconociera que había mentido en su explicación. El juez sigue adelante. Veremos cuál es el veredicto de los magistrados.
