Los eventos meteorológicos extremos vinculados al cambio climático son una de las principales causas del hambre que sufren millones de personas en el mundo, afectados por la pérdida de cultivos y la subida de los precios de los alimentos.
En apenas cinco años, el número de personas con grave inseguridad alimentaria por los fenómenos extremos se ha multiplicado por seis, ha destacado a Efe el director de Cambio Climático de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Kaveh Zahedi.
La FAO está apoyando la agenda de acción de la presidencia de la COP30 que se celebra en Brasil para fortalecer los sistemas agroalimentarios y garantizar la seguridad alimentaria como pilar del desarrollo sostenible.
El último informe del Panel intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC) advierte de que los impactos climáticos aumentarán los precios mundiales de la mayoría de los alimentos en comparación con los niveles de los últimos 20 años.
Las olas de calor y sequías por sí solas están recortando las cosechas en tres cuartas partes de las tierras agrícolas del mundo, así como los rendimientos de cultivos básicos.
En 2024, el año más caluroso jamás registrado, las condiciones climáticas extremas provocaron un aumento del 80 % en el precio de la patata en la India y del 36 % en el del maíz en Sudáfrica.
“Cuando los precios de los alimentos se disparan, las familias comen menos y peor. Los padres cambian alimentos frescos y nutritivos por otros más baratos, con consecuencias devastadoras: más niños desnutridos, menos alimentos para las mujeres y más comunidades atrapadas en un ciclo de vulnerabilidad y desigualdad”, ha afirmado Zahedi.
Un mundo en crisis
En 2024, 96 millones de personas sufrían grave inseguridad alimentaria en 18 países especialmente afectados por fenómenos extremos, según el informe mundial sobre crisis alimentarias.
“En todas las regiones, el cambio climático está trastornando los cimientos de la producción de alimentos. Altera los patrones climáticos, agota las fuentes de agua, incrementa las pérdidas de alimentos por plagas y enfermedades, y ejerce una presión sin precedentes sobre los agricultores”, ha sostenido el representante de la FAO.
En la última década, una cuarta parte de los desastres naturales han impactado en la agricultura, ha recordado Zahedi, que ha puesto de ejemplo la sequía que el año pasado redujo hasta un 50 % la cosecha de cereales en el sur de África.
Los efectos de El Niño sobre la producción de alimentos se notaron tanto allí como en zonas de Latinoamérica y el Caribe, incluidos el Corredor Seco centroamericano y Bolivia.
El investigador de la Universidad belga de Gante Eduardo de la Peña también ha seguido de cerca la incidencia del cambio climático en África.
La combinación de sequías, altas temperaturas y enfermedades ha reducido la producción de cacao en Ghana y Costa de Marfil (sus principales productores), lo que explica su encarecimiento.
Tampoco hace falta irse lejos: las últimas sequías en el Mediterráneo mermaron la producción de aceite de oliva y elevaron su precio a máximos históricos, ha recordado De la Peña, que integra el grupo de expertos en sanidad vegetal de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
La Organización Mundial Meteorológica recoge en su informe de 2024 otros casos como las lluvias torrenciales que causaron importantes daños agrícolas en zonas tan dispares como el este de África, el Sahel, el sur de Brasil y el este de España (en especial la Comunidad Valenciana por la dana).
Mejorar la adaptación
Casi todos los cultivos básicos y animales de granja se han visto afectados por la “tormenta perfecta” que representan estos factores ligados al cambio climático, ha apuntado la directora ejecutiva del Grupo Consultivo sobre Investigación Agraria Internacional (Cgiar), Ismahane Elouafi.
Cada año, esas amenazas provocan pérdidas del 10 al 40 % en los principales cultivos, con un coste global de unos 220.000 millones de dólares (unos 189.000 millones de euros).
Muchos países, especialmente del Sur Global, son “altamente vulnerables” y tienen una capacidad “muy limitada” para adaptarse, ha añadido Elouafi, que ha instado a los gobiernos a cambiar sus políticas para permitir la entrada de variedades mejoradas, facilitar el acceso a tecnologías asequibles y a los mercados, y promover la igualdad de derechos de mujeres y jóvenes.
Una mayor colaboración, intercambio de conocimientos e inversión en investigación son claves para dar respuesta a esos desafíos, según la experta.
Fuente: EFE
