Durante la semana pasada, participé en el Futures Weeks 2024, una iniciativa impulsada por la UniFranz en colaboración con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Durante este evento, se presentó el libro “Latinoamérica 2050: Retos, escenarios y acciones”, un esfuerzo serio de la academia para analizar los desafíos y oportunidades de nuestra región para los siguientes 25 años.
En medio de la crisis política, económica y social que atraviesa Bolivia, pensar en los retos, escenarios y acciones para el 2050 es casi misión imposible, en especial cuando todos los días estamos pensando en cómo llegar a fin de mes y cumplir con todas nuestras obligaciones. Entonces ¿cómo podemos vislumbrar el futuro cuando el presente nos exige sobrevivir?
La incertidumbre política, social y económica que vivimos ha convertido el esfuerzo de proyectar un futuro en un desafío casi impensable, especialmente cuando la urgencia nos obliga a enfocarnos en los pagos mensuales y el constante ajuste ante una realidad cada vez más restrictiva.
Mientras luchamos contra la inestabilidad que afecta el poder adquisitivo, el valor de nuestra moneda y la confianza en nuestras autoridades, el horizonte parece cada vez más difícil. Las expectativas acerca de las políticas públicas con normas claras y la estabilidad económica se vuelven inquietantes, y cada vez resulta más difícil adquirir una perspectiva a largo plazo.
Mientras buscamos soluciones inmediatas, dejamos de lado una planificación estratégica para el mediano y largo plazo. Sin embargo, los retos del futuro no desaparecen por la falta de planificación; al contrario, se vuelven más complejos y urgentes. Es aquí donde entra la verdadera relevancia de iniciativas como Futures Weeks.
Es evidente que necesitamos iniciativas prácticas que respondan a la realidad actual, pero también necesitamos un horizonte claro al que podamos aspirar como sociedad.
El valor de este esfuerzo académico, lejos de quedarse en el idealismo, nos recuerda que construir el futuro es un acto de responsabilidad compartida. Si algo nos sugiere esta iniciativa es que el cambio no ocurrirá solo desde arriba, sino que los jóvenes; sobre todo lo que hoy están en las aulas y en breve asumirán tareas de liderazgo, también pueden promoverlo y para eso solo es necesario abrir los espacios para escucharlos.
La juventud tiene un rol determinante en las transformaciones que necesitamos, y apoyarlos en su visión y propósito podría no solo darnos mejores líderes, sino mejores políticas públicas y un país que se transforme, incentivando la producción de bienes y servicios, y por ende genere bienestar para sus ciudadanos.
Pero ¿por qué nos debería importar este esfuerzo académico y por qué a los empresarios nos convendría prestar atención? La respuesta es sencilla: porque si no participamos en este diálogo sobre el futuro, el futuro será decidido sin nuestra voz ni nuestras necesidades en mente, perdiendo la oportunidad de aportar con nuestra experiencia.
Esta puede ser una oportunidad primero para tener un norte claro hacia donde ir como país y establecer sobre esta base, políticas de estado que independientemente del gobierno de turno, las impulsemos todos.
Tradicionalmente hemos dependido de la extracción de recursos naturales como los minerales y el gas, lo que nos hace vulnerable a fluctuaciones de precios globales de estos commodities. Uno de los retos más grandes es diversificar la economía hacia sectores de mayor valor agregado como la tecnología, energías renovables, agroindustria sostenible y turismo ecológico, sectores que podrían generar empleo de calidad y desarrollar mercados más robustos.
La economía del conocimiento y la transformación digital exigen habilidades nuevas y especializadas. Debemos invertir en una educación diferenciada que integre habilidades digitales, técnicas y emprendedoras, enfocadas en los desafíos del futuro, capacitadas para el mercado laboral global y las industrias emergentes, lo cual requiere adaptabilidad y flexibilidad de la oferta académica.
Asimismo, debemos brindar apoyo a las generaciones futuras de emprendedores con incentivos fiscales, incubadoras de empresas y acceso a financiación sería un gran paso para expandir la economía. Las tecnologías emergentes, tales como el blockchain y la inteligencia artificial, pueden permitir ser parte de la economía digital y ser parte del mercado global.