Existen decisiones que contribuyen al rumbo de un sector productivo. Para la vitivinicultura boliviana es el ingreso de Bolivia a la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), decisión urgente, estratégica e inevitable.
El Presidente Rodrigo Paz, al diario El País de Madrid, señaló en una entrevista al periodista Federico Rivas Molina el 21 de octubre pasado que: “El futuro es mejor que el pasado. Pero incluso superando todos los problemas que nos están dejando lo que hayamos podido hacer no habrá sido suficiente. Espero que Bolivia vuelva al mundo y que el mundo vuelva a Bolivia. Y quiero generar una economía para la gente. La economía no es para el Estado ni tampoco para unos cuantos poderosos”.
En definitiva, esta línea política de Estado: “Bolivia vuelve al mundo y el mundo vuelve a Bolivia”, tiene una estrecha relación con iniciar el proceso para ingresar a la OIV, siendo un llamado a la responsabilidad histórica de la Cancillería y al ministerio de Desarrollo Productivo.
La adhesión es fortalecer a uno de los patrimonios vitivinícolas más singulares del planeta, con viticultura de altura, prácticas tradicionales vivas, un producto bandera como el singani reconocido internacionalmente, y una industria que, pese a todas las dificultades, ha demostrado resiliencia y calidad.
Ustedes se preguntarán y qué es la OIV y donde radica su valor: Es una organización intergubernamental, compuesta por 50 Estados miembros, dedicado a favorecer un ambiente propicio a la innovación científica y técnica, a la divulgación de resultados y al desarrollo del sector vitivinícola a escala internacional. Además, promueve, mediante recomendaciones, normas y pautas internacionales, la armonización y el reparto de los datos y conocimientos válidos según bases científicas fidedignas a fin de mejorar la productividad, la seguridad y la calidad de los productos y las condiciones de elaboración y comercialización de los productos vitivinícolas. La organización ya cuenta con más 100 años de vigencia, se encuentra en París, Dijon, Borgoña.
Hoy, mientras leemos estas líneas con un buen singani o una copa de vino del valle de Tarija, Cinti o Samaipata, contarles que Perú, Argentina, Uruguay y Brasil ya forman parte de la OIV. Están donde se define el futuro del vino y todos sus derivados. Están, en otras palabras, dentro del mundo. Bolivia, en cambio, por ahora observa desde afuera.
¿Por qué importa tanto ingresar a la OIV?, porque rigen la normativa internacional de la producción vitivinícola, emiten los parámetros de calidad para competir en el mercado global, desarrollan validación científica de métodos, procesos y prácticas enológicas y ejercen representación diplomática del sector en foros internacionales. En tanto, Bolivia alcanzaría competitividad internacional, innovación y transferencia de conocimiento, identidad y visibilidad y beneficios directos para productores.
Los productores bolivianos ya entendieron la urgencia. La industria está lista. Solo falta que el Estado también lo esté. Bolivia tiene que estar donde se toman decisiones globales.
