La conformación de una amplia flota de drones se ha convertido en una de las prioridades defensivas de Taiwán, que ve en la experiencia ucraniana un ejemplo claro de cómo emplear la tecnología para hacer frente a un intento de invasión por parte de China.
El Ejecutivo isleño considera los vehículos aéreos no tripulados una “industria estratégica” y se ha marcado dos objetivos: elevar el valor del sector por encima de los 1.380 millones de dólares en 2030 —frente a los 172 millones actuales— y alcanzar una producción anual de 180.000 unidades de uso civil para 2028.
En caso de un ataque chino, las fábricas taiwanesas podrían reconvertir rápidamente su producción civil en militar y, gracias a las cadenas de suministro ya establecidas, continuar operando incluso bajo un eventual bloqueo aéreo y marítimo de Pekín, uno de los escenarios que más preocupa a Taipéi.
“Los drones son una parte crítica de la defensa de Taiwán, especialmente para labores de inteligencia, ataques rápidos y defensa de la línea de costa”, afirma a EFE Tiunn Hong-lun, experto del Instituto de Investigación para la Democracia, la Sociedad y la Tecnología Emergente (DSET), un centro financiado por el Gobierno taiwanés.
Lecciones de la guerra en Ucrania
Desde el inicio de la guerra en Ucrania, las autoridades taiwanesas han tomado nota de cómo Kiev ha compensado su inferioridad militar respecto a Rusia mediante el uso masivo de drones, unos dispositivos que han demostrado ser muy eficaces en tareas de reconocimiento, ataques de precisión y saturación de defensas antiaéreas.
“La diferencia entre un misil y un dron está colapsando en muchos sentidos. Es una forma barata de atacar fuerzas de una forma muy precisa y disruptiva”, explica a EFE Kelly Grieco, investigadora principal en el Stimson Center.
Debido a sus particularidades geográficas, Taiwán necesita aparatos de “muy distintos tipos y tamaños”: desde grandes aeronaves para surcar los cielos del Estrecho en busca de barcos enemigos, como el MQ-9B Sky Guardian estadounidense, a pequeños dispositivos capaces de atacar objetivos en entornos urbanos y rurales.
Actualmente, la isla está centrada en drones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento, señala Cathy Fang, analista de políticas del DSET, quien insiste en la necesidad de ampliar la adquisición de vehículos con capacidad de combate, tanto aéreo como marítimo. “Esto no va solo de drones, sino de cómo utilizarlos”, sostiene.
Problemas de producción
Aunque Taiwán es un referente global en la fabricación de chips avanzados y dispositivos de alta tecnología, su industria de drones aún está en fase incipiente: actualmente solo produce entre 8.000 y 10.000 unidades al año, muy lejos de la meta gubernamental de 180.000 para 2028 y de los 4 millones que fabricó Ucrania el año pasado.
“El problema es que Taiwán no entró seriamente en el mercado de los drones hace cinco años. No tenemos suficiente capacidad para producir drones. Tenemos la habilidad para fabricar todos los componentes que se necesitan, pero carecemos de la experiencia y el ‘know-how’ para construirlos”, lamenta Tiunn.
Los analistas confían en que el crecimiento de la demanda genere las inversiones necesarias para aumentar ese ritmo de producción. Sólo en el primer trimestre de 2025, la isla exportó 3.426 unidades, prácticamente las mismas que en todo 2024, y el Gobierno se ha comprometido a adquirir otros 47.000 dispositivos de aquí a 2028.
La calidad de esos drones también constituye un factor clave en términos de inversión y Taiwán, en este sentido, sí está haciendo los deberes: cada vez más empresas locales están desarrollando aparatos equipados con chips de inteligencia artificial (IA), lo que los hace considerablemente más eficaces que los modelos convencionales.
“Si hay más adquisición doméstica o en el mercado internacional, Taiwán puede invertir más, y si hay más demanda, escalaremos (la producción) hacia arriba”, argumenta Fang.
Un “infierno” de drones en el Estrecho
Si Pekín lanza una invasión contra Taiwán, el Ejército isleño podría desplegar miles de drones para frenar el avance de las fuerzas chinas y ganar tiempo para una posible respuesta de Estados Unidos, en lo que el comandante de las fuerzas estadounidenses en el Indopacífico, Samuel Paparo, describió como una “estrategia del infierno”.
La geografía también jugaría a favor de Taipéi, ya que un asalto anfibio sería extremadamente complejo con enjambres de drones sobrevolando las playas y la costa taiwanesa.
“No querría hacer una invasión como la del Día D en esta era de misiles y drones. Hemos visto que es realmente duro en Ucrania, y eso es una guerra terrestre. Si miras a Ucrania y luego a Taiwán, Taiwán es eso mismo con esteroides respecto a la dificultad de la operación”, sentencia Kelly Grieco.
Javier Castro Bugarín