Bolivia se debate entre dos miedos. El electoralmente mayoritario, por la suerte que le depare la economía. El minoritario –pero no por mucho–, por perder el lugar social y político adquirido estos veinte años. Allí se encuentran los votantes de las corrientes antes unidas bajo el puño de Evo.
Por la ausencia de Evo en la papeleta electoral, hay pescadores en río revuelto. El primero, Andrónico. Es un Evo joven, moderado y articulado, con el toque de identidad preciso y el aire urbano del nuevo país. Su dilema es ganarse la confianza de las bases de Morales, bajándole el volumen a la cólera del antiguo jefe. Si no fuera por la bilis de este, Andrónico sería la opción de ese electorado.
El plan Andrónico va en las coordenadas dictadas por García Linera hace un par de años. Ignoro si Álvaro es protagónico de esa campaña, pero las señales de Andrónico y Mariana siguen esa brújula. Por ejemplo, cuando se refieren a Evo con pleitesía, pero buscando jubilarlo. O cuando Mariana habla de los exportadores que no traen sus dólares, implicando con maneras refinadas lo que roncamente dijo Álvaro hace semanas.
Un proyecto menor es el de Eva Copa. Su jefe de campaña, Iván Lima, explicó que Jhonny Fernández no se alió con Evo porque olvidó poner candidatos en varias regiones de Cochabamba, aunque fueran de relleno. Por el calendario electoral, el heredero de Max Fernández no puede ya incluirlos; por tanto, tiene menos que ofertarle al jefazo de Lauca Ñ. En cambio –abogado precavido vale por dos–, Lima hizo que su partido llenara todos los espacios. Luego, puede negociar mejor con Evo, manteniendo la parada de que este no va a ser candidato ni a presi ni a vice, y ponderando a figuras como Adriana Salvatierra y Carlos Romero, para abrirse al evismo. Lima intenta que su partido, Morena, reciba vitaminas del Chapare.
Eduardo del Castillo carga, por su parte, la resaca del mal gobierno. Y tampoco tiene rasgos o pergaminos como para reclamar el voto de identidad indígena. Sin embargo, su desempeño personal es hasta ahora superior al de Andrónico. En el debate presidencial de hace dos semanas, Castillo fue actor principal junto a Tuto. Su azote verbal vino, además, con láminas preparadas, denotando un trabajo que no se ve en otros candidatos de moda. Es improbable, no obstante, que Castillo albergue el voto nacional-popular. Carga en su espalda su enemistad con el Chapare y nada contracorriente. Sus cifras en las encuestas lo corroboran.
En los papeles, Andrónico luce como el mejor situado de esta trica (si excluimos a Jhonny, claro). Falta ver, empero, cómo las bocanadas del dragón de Chimoré afectarán sus sueños. Evo no está feliz con que le rindan reverencias, pero para entregarle un reloj de homenaje y enviarlo al retiro, con un sitial de honor en el baúl de antigüedades.
El voto de la actual minoría electoral que se decantaría por un Evo candidato no está reflejado enteramente en los estudios de opinión que muestran a Andrónico tercero. Es un error algo inocente presumir que la corriente del antiguo MAS se redujo al 14 % de Andrónico más los pocos puntos de Eva Copa y del Castillo. Sus electores tienen razones de identidad, autoestima y poder que no lo harán marcar en las casillas de la centroderecha. Es imposible que Andrónico pueda ganar una segunda vuelta, aunque su estrategia fuese acertada. No es improbable, empero, que un candidato de la corriente del antiguo MAS alcance el balotaje. Muy remotamente, da para imaginar incluso algún otro escenario.