El 10 de mayo se conmemora en todo el territorio nacional el Día del Periodista Boliviano, instituido por Decreto Supremo en 1938 durante la presidencia del teniente coronel Germán Busch Becerra. Esta medida marcó el reconocimiento oficial de la actividad periodística como una profesión y validó el derecho a la jubilación para quienes la ejercen.
El periodismo boliviano atraviesa actualmente otra crisis cíclica en la historia del país. A las complicaciones con la libertad de prensa, que se encuentra en la categoría de “situación difícil”, se suma un problema económico que presenta dos aristas principales. Por un lado, la crisis económica nacional afecta la viabilidad financiera de los medios de comunicación. Por otro, el gobierno no distribuye equitativamente la publicidad gubernamental, lo que agrava la situación.
En Bolivia, la falta de libertad de prensa y expresión está generando una serie de problemas significativos. Los periodistas enfrentan limitaciones en su capacidad para informar libremente, lo que restringe la diversidad de opiniones y el acceso del público a información completa y precisa.
El actual gobierno, que pretende gobernar vía decretos supremos como en épocas dictatoriales, está empeñado en mostrar que Bolivia vive en una democracia plena. Sin embargo, asume posturas a través del poder judicial, que pareciera se ha convertido en su brazo operativo. Además, Impuestos Nacionales hostiga prácticamente a los medios de comunicación considerados opositores al gobierno.
Se han hecho muchos intentos por judicializar el trabajo periodístico, pretendiendo violar la Ley de Imprenta vigente en el país, citando a periodistas a declarar como testigos y exigiendo que divulguen sus fuentes de información. Lo más penoso es que no se investigan los casos de maltratos a periodistas, como el caso Las Londras. Todas estas maniobras buscan generar miedo entre los informadores y zozobra en sus familias.
Sin embargo, lejos de esos intentos de temor, los políticos desconocen que los periodistas se nutren, se fortalecen y se unen más en momentos de riesgos, presiones o dificultades.
No cabe la menor duda, que la censura gubernamental o institucional puede restringir la capacidad de los medios de comunicación para informar sobre ciertos temas o expresar ciertas opiniones, limitando así la diversidad de opiniones y el acceso del público a información precisa. Además, la autocensura, el miedo a represalias y la persecución hacia periodistas son prácticas que coartan la libertad de prensa.
La falta de libertad de prensa puede conducir a una falta de rendición de cuentas por parte de los líderes políticos y otros actores poderosos. Sin una prensa libre que investigue y denuncie la corrupción o los abusos de poder, los gobernantes pueden evitar ser responsabilizados por sus acciones.
Es fundamental entender que una prensa libre y robusta es esencial para la salud de una sociedad democrática, porque sin libertad de prensa y expresión, no hay democracia.
A lo largo de la historia de Bolivia, ha habido periodistas que han dejado huellas con su trabajo y su ejemplo, siempre dispuestos al sacrificio por la libertad. Como señalaba el reconocido periodista colombiano Javier Darío Restrepo: “Es deber del periodista proteger a sus lectores u oyentes del engaño del poder”