¿Adónde irán los votos del ex presidente después de quedar afuera de la contienda?, ¿Quiénes recibirán del bloque popular esa confianza? El voto oculto, también es una incógnita que hasta podría modificar cualquier resultado.
Evo Morales, primero como líder sindical cocalero y luego como líder político, tuvo un prolongado periodo de acumulación política. En las elecciones de 1997, con el 70% de los votos, fue el diputado uninominal más votado. El año 2002, como candidato a la presidencia, terminó segundo con menos de 1 punto de diferencia sobre el ganador (MNR 22,5%; MAS 21,94%; NFR 20.91%) logrando además una frondosa representación parlamentaria. El debilitamiento de los partidos tradicionales, la crisis económica y social del país, y unas polémicas declaraciones del embajador de los Estados Unidos de esa época, lo terminaron de impulsar en las elecciones del año 2002.
Las miradas exclusivamente macro economicistas de principios de siglo, quedaron estranguladas por el agotamiento del modelo de gobernabilidad y la implosión de demandas sociales. Afloraron movilizaciones sociales con agendas legitimas como la de los pueblos indígenas, u otras de carácter rural/urbano, como las
planteados por grupos humanos de sin techo, sin trabajo, sin tierra, o los sin documentos de identidad. El presidente de la Corte Nacional Electoral y actualmente presidente del TSE, Dr. Oscar Hassenteufel, anunciaba el año 2005, que en Bolivia existían alrededor de 800 mil indocumentados, es decir un grueso número de personas, excluidas de ejercer sus derechos civiles y políticas. Evo Morales, capitalizó políticamente ese escenario, y se convirtió el año 2005, en el presidente más votado desde la instalación de la democracia y el portador del denominado “voto popular y/o voto identitario”.
En siguientes elecciones, Morales repitió e incluso incrementó esa votación. Buena parte de las capas medias y urbanas de la sociedad boliviana encandiladas por la bonanza económica, le dieron su apoyo, otros sectores tuvieron con sus gobiernos una relación pragmática, y así contribuyeron a su empoderamiento y posteriores excesos. A partir del año 2016, luego de haber concentrado poder por una década, fue incurriendo en graves errores. Su empecinamiento de postular a un cuarto mandato en contra de la CPE, y los resultados del referéndum del 21 de febrero, provocaron una rebelión ciudadana. Fue el inicio de la afectación del capital electoral urbano y clase mediero de Evo Morales. En estos últimos años la fratricida confrontación con el Pdte. Arce Catacora, la perdida de la sigla de su partido, y la severa crisis económica e institucional por la que pasa el país, más los líos judiciales que lo persiguen, han debilitado aún más su imagen y potencia electoral.
Pero en la actualidad ocurre un fenómeno muy sui generis. Por una parte, distintos estudios de opinión o encuestas lo ubican como el actor político con mayor rechazo. Sin embargo, en determinados sectores, es corriente la afirmación: “Cuando Evo, era presidente estábamos bien”. Fue también corriente la afirmación de que el evismo, era más fuerte que el masismo, hipótesis que parece estar plenamente demostrada. Evo Morales, sigue siendo fiel referencia política de al menos un 15 % del electorado, conformado por sectores populares empobrecidos, o que por su conciencia étnica se identifican fidedignamente con el ex presidente. (Datos de Diagnosis).
Por su desarrollo histórico y las características étnico sociales del segmento que lo respalda, Evo Morales, es el único actor político del país que cuenta con un voto cautivo, y con capacidad de transferencia. Por esa incidencia, Evo Morales aún sin sigla partidaria, y políticamente disminuido, sigue siendo un factor de poder con capacidad de transferir a otro actor político su capital electoral. En una elección reñida como la actual, sin proyecto hegemónico, ni caudillo movilizador de masas populares, la posibilidad de que alguien pueda beneficiarse con el endoso de su electorado fidelizado, es clave para la configuración de fuerzas. A quien podrá transferir su votación, es la pregunta de rigor, cuya respuesta se hace esperar.
El país es testigo que Morales Ayma y sus estructuras, han intentado con métodos incluso violentos que se lo habilite como candidato, sin lograr su propósito. Tomando en cuenta la cercanía del proceso electoral, parece que el mapa electoral se le cierra con dos caminos. Por una parte, la anunciada ruta desestabilizadora de las elecciones del 17 de agosto, opción que seguirá diluyendo la viabilidad político democrática de Evo Morales. La otra ruta, es que en un acto de pragmatismo político llegue a un acuerdo con alguna de las organizaciones políticas que se convierta en “receptora y deudora” de su colchón electoral.
¿Quiénes, del bloque popular – conformado por Morena con Eva Copa, MTS que postula a Andrónico Rodríguez y el MAS con Eduardo Castillo, – podrían recibir y “deber” el voto cautivo de Evo Morales? Hay muchos elementos de peso para considerar que el único descartado es el candidato que representa a Arce Catacora y postulante con la otrora sigla de Evo Morales. Por lo contrario, Andrónico Rodríguez o Eva Copa, podrían entrar en un escenario de negociación utilitaria, ganar un pedazo de la porción electoral, y convertirse en deudores políticos de lo recibido. Las partes, tendrá que poner en la balanza los costos y beneficios de una alianza con un actor y entorno que añoran el amplio e irrestricto poder que en su tiempo tuvieron.
En perspectiva post electoral o de largo plazo, es altamente probable, que la angurria des-medida de poder y la vocación absolutamente centralizadora de poder de Evo Morales, aborten el surgimiento de nuevos liderazgos y formas concertadoras de administrar el poder que pregonan tanto Eva Copa como Andrónico Rodríguez, quien en la reciente entrevista de Unitel, exclamó sobre la necesidad de renovación política, afirmando lo siguiente: Tenemos una clase política anticuada, que solo promueve la división. Nadie con tres dedos de frente duda de ello y en todos los flancos.