La peruana Mari Luz Canaquiri consiguió junto a sus compañeras una histórica sentencia que declaró al río Marañón como un sujeto de derechos, lo que, según la activista, abre la puerta a la protección de la Amazonía y da un soplo de esperanza en su ardua lucha, que le ha valido el Premio Goldman, considerado el Nobel medioambiental.
Hace un año, por primera vez en la Historia de Perú, la Justicia concedió a un río personalidad jurídica, con derecho a fluir libremente y sin contaminación, un hito logrado tras una larga lucha judicial encabezada por Canaquiri y la Asociación de Mujeres Huaynakana Kamatahuara Kana, que preside.
“El reconocimiento del río Marañón como sujeto de derecho, nos da una puerta para poder defender la Amazonía”, dijo a EFE unos días después de recibir el prestigioso reconocimiento en Estados Unidos.
Relató que lleva años denunciando que el río que baña su comunidad está contaminado por los constantes derrames de petróleo, extracciones y actividades ilegales como la tala, minería y plantaciones de coca, lo que afecta a las actividades diarias de los vecinos.
“El trabajo es de hace años, no es reciente, yo no esperaba todo esto porque nosotras siempre hemos trabajado silenciosamente, sin hacer incidencia. Todo el trabajo lo he venido haciendo desde mi niñez, con mis padres, y, cuando crecí, tuve esta mentalidad sobre la injusticia que venimos sufriendo en Perú”, expresó sobre su labor.
Entendió desde temprana edad que no era justo que terceros contaminaran sus aguas y que tenía que alzar la voz para cambiar la situación del río Marañón, que nace en los Andes y se funde en el Amazonas.
Para transmitir este sentimiento de lucha a los miembros de su comunidad, el pueblo indígena kukama, ubicado en la región de Loreto, apeló a su cosmovisión ancestral, que tiene al río en el centro.
“Entonces yo me dije, podemos defender utilizando nuestra cosmovisión, porque esa es una realidad que nosotras vivimos, que nuestros ríos son muy sagrados, son fundamentales, porque nos dan el agua para beber, es donde están los peces y donde están los seres no vivos”, señaló sobre la creencia popular de que los espíritus de los muertos residen en el fondo de las aguas fluviales.
Tras convencer a sus vecinas, la Asociación de Mujeres Huaynakana Kamatahuara Kana denunció a la empresa estatal Petroperú por los numerosos derrames de petroleo sufridos y que argumentaron, han perjudicado a su salud y al medioambiente.
En 2024, junto el apoyo de organizaciones internacionales ambientales y abogados, ganaron el caso y, tanto la compañía como el Gobierno, están obligados a asumir diversos compromisos, como crear un plan de protección para la cuenca del río y tomar medidas para evitar derrames.
“Con tantos años de trabajo, yo tenía la mente positiva de poder lograrlo. Hemos buscado formas de que el Gobierno nos escuche, nos atienda y entonces hemos visto formas de hacer cumplir las leyes. Yo tenía esa mentalidad de que de esta forma se puede lograr”, agregó.
“Amazonas saqueada”
Cuenta frustrada que las comunidades indígenas son testigos de como empresas y también bandas ilegales extraen los recursos naturales de su territorio.
“Toda la Amazonía está saqueada y en toda la Amazonía estamos viviendo en un olvido de nuestros derechos. Hay gente que realmente vive en extrema pobreza y que hasta ahora no tiene los servicios básicos”, denunció sobre la falta de servicios estatales en esta zona del país.
Expuso que para las autoridades estatales las comunidades indígenas son “obstáculos” que quieren hacer desaparecer, y les acusan de no querer el desarrollo cuando estas se oponen a proyectos de extracción de petróleo.
A lo que replica que sí desean tener una buena vida y disponer de educación, salud, y oportunidades, pero no a costa de dañar sus aguas y bosques.
Canaquiri se muestra muy agradecida con el premio internacional, pero concluye con tono firme que la lucha no cesa, pues tienen que asegurarse que el Gobierno y la petrolera cumplan con lo dictado por la Justicia en un fallo que puede girar la llave del cambio en la defensa por la Amazonía.