La situación económica boliviana actual se caracteriza por la convergencia de diversos factores desfavorables. La elevada inflación, la escasez de divisas, la reducción de las Reservas Internacionales Netas (RIN) y la limitada disponibilidad de combustible son elementos cruciales que contribuyen a una coyuntura compleja y difícil para el país. Estos inconvenientes no son nuevos, ya que se habían advertido sobre el declive económico en años anteriores.
Sin embargo, la situación actual se describe como particularmente “difícil y complicada” y demanda una revisión del modelo económico del país para abordar los desafíos estructurales. La nación afronta desequilibrios fiscales, crecientes presiones inflacionarias y una incertidumbre generalizada, lo que sugiere una recuperación potencialmente “complicada”.
Organismos internacionales proyectan un deterioro en la economía boliviana, con estimaciones de crecimiento del PIB que están muy por debajo del 3,51% que prevé el Presupuesto General del Estado (PGE). El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial vaticinan un 1,1% y 1,5%, respectivamente para el 2025. Mientras que un análisis independiente proyecta un 2,02% en un escenario optimista.
Un tema que realmente inquieta en la economía boliviana es cómo está subiendo la inflación. El gobierno proyectó la inflación a diciembre 2025 en un 7,5%, pero la situación actual es distinta. Las cifras muestran claramente esta tendencia al alza. En mayo se tuvo un 18,46% en la inflación interanual y llegó a un sorprendente 24,86% en julio de 2025. La inflación acumulada en los primeros siete meses del año fue del 16,92%.
Desde finales de junio se observó una caída temporal del tipo de cambio paralelo, cotizándose el dólar en torno a los 13,62 bolivianos el pasado 13 de agosto. Esto se atribuyó a una afluencia temporal de dólares procedentes de fuentes como las exportaciones, préstamos externos y el creciente mercado de criptomonedas.
Esta compleja situación económica ha tenido un grave impacto en el sector privado. Los principales desafíos para las empresas incluyen la escasez de dólares para las importaciones, las interrupciones en las cadenas de suministro debido a la escasez de combustible y la reducción de la demanda de los consumidores debido a la alta inflación.
Sin embargo, en este escenario adverso, algunas empresas han demostrado que es posible navegar en medio de la crisis con inteligencia y previsión. La resiliencia no es una cuestión de suerte, sino que se atribuye a una adaptación estratégica.
Un ejemplo de ello es Soboce que ha impulsado procesos de modernización que integran innovación tecnológica, prácticas sostenibles y un impacto directo en la reducción del consumo de energía proveniente de fuentes fósiles. Entre sus iniciativas más destacadas se encuentra el proyecto pionero de coprocesamiento de residuos urbanos e industriales que, mediante un horno de su planta en Viacha, transforma desechos en energía útil para su proceso productivo.
El proyecto marca un precedente en la industria nacional, ya que, además de generar un impacto positivo en el medio ambiente, reemplaza el uso de combustibles fósiles, cuya disponibilidad es limitada en el país.
Otras estrategias exitosas que aplica el sector privado incluyen la diversificación de mercados, enfocándose en exportaciones y expansión regional para reducir la dependencia de la volatilidad de la economía local. Las empresas resilientes también están priorizando la gestión del flujo de caja, el control de costos y el uso de herramientas digitales para mejorar la eficiencia.
Asimismo, la adopción del comercio electrónico y de pagos digitales ha sido clave para el crecimiento de pequeñas y medianas empresas y startups, especialmente en los sectores de tecnología y servicios. También se destacan las compañías que suministran productos de primera necesidad, como alimentos y artículos sanitarios, que han mantenido una demanda constante incluso durante la crisis.
Adicionalmente, una fuerza laboral comprometida, junto con la colaboración a través de cámaras de comercio y redes empresariales, ha proporcionado apoyo estratégico y recursos compartidos para fortalecer la resiliencia empresarial.
La capacidad de las empresas para innovar, diversificar y gestionar eficientemente sus recursos será fundamental para navegar los tiempos turbulentos que ya estamos viviendo.