Una jueza en España ha llevado al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) una pregunta que podría marcar un antes y un después en el transporte aéreo de mascotas: ¿puede una mascota ser considerada equipaje a la hora de calcular una indemnización por su pérdida durante un vuelo?
Todo comenzó con la desaparición de una perra llamada Mona que viajaba en la bodega de un avión de Iberia, en un vuelo entre Madrid y Buenos Aires. Su dueña presentó una demanda en España, reclamando 5.000 euros por daño moral. Ante la complejidad del caso, la jueza del Juzgado de lo Mercantil número 5 de Madrid decidió elevar una consulta al TJUE para que defina si, legalmente, una mascota debe tratarse como equipaje o si merece un tratamiento distinto.
La legislación actual, basada en el Convenio de Montreal de 1999, establece que los animales que viajan en la bodega se consideran equipaje facturado. Eso limita las indemnizaciones a un monto determinado según el peso del animal, igual que si se tratara de una maleta. Pero esta norma choca con el artículo 13 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, que reconoce a los animales como “seres sensibles”.
La contradicción abre un debate que va más allá del aspecto jurídico. Asociaciones de protección animal y expertos en derecho aéreo coinciden en que el marco legal actual no está a la altura del vínculo afectivo que une a las personas con sus mascotas.
“Es absurdo que una aerolínea tenga más responsabilidad si pierde una bicicleta que si extravía un perro”, dijo una portavoz de Justicia Animal, una organización que sigue de cerca el caso.
Por ahora, Iberia afirma haber actuado conforme a la normativa vigente y asegura estar colaborando con la justicia, aunque no ha explicado cómo se produjo la pérdida ni qué pasó con la perra.
Lo que decida el TJUE será clave. Si el tribunal reconoce que los animales no pueden ser tratados como simples objetos, las aerolíneas podrían verse obligadas a modificar sus políticas y asumir mayores responsabilidades, tanto en la forma en que transportan a las mascotas como en las compensaciones que ofrecen si ocurre un incidente.
El fallo se espera en los próximos meses y seguramente sentará un precedente en Europa. Pero la pregunta ya resuena también en América Latina, donde las normas aún están lejos de este debate.
¿Y en América Latina?
La mayoría de los países latinoamericanos permite el transporte de mascotas en vuelos comerciales, ya sea en cabina o en bodega, pero las regulaciones no establecen con claridad qué ocurre si una mascota se pierde o sufre algún daño.
En Bolivia, por ejemplo, las aerolíneas aceptan animales bajo ciertas condiciones: documentación sanitaria, peso máximo y transportadora adecuada. Sin embargo, no existen reglas claras sobre compensaciones si algo sale mal.
El caso del gato Tito marcó un precedente en el debate sobre el trato a las mascotas en vuelos. En diciembre de 2022, la aerolínea BoA extravió al animal durante un trayecto entre Tarija y Santa Cruz, lo que generó indignación pública y una investigación de la Autoridad de Regulación y Fiscalización de Telecomunicaciones y Transportes (ATT). Como resultado, BoA fue multada con 50.000 bolivianos por incumplir protocolos de transporte animal, y llegó a un acuerdo de conciliación con la propietaria. El caso evidenció la falta de normativa clara y la necesidad urgente de garantizar el bienestar de los animales durante los vuelos.
Colombia cuenta con una normativa más detallada a través de la Aeronáutica Civil. Aerolíneas como Avianca permiten viajar con perros y gatos pequeños en cabina. Aun así, el vacío legal sobre indemnizaciones persiste.
Chile ha dado un paso más: una reforma reciente obliga a las compañías aéreas a garantizar condiciones adecuadas para el bienestar animal. Pero hasta ahora no se han conocido casos judiciales que pongan a prueba esa obligación.
En Brasil, los perros guía pueden viajar sin costo en cabina junto a sus dueños, lo cual es un avance importante. No obstante, para el resto de las mascotas siguen vigentes las reglas individuales de cada aerolínea, y no hay una legislación común sobre compensaciones.
Lo cierto es que, en toda la región, las leyes aún no reflejan el lugar que ocupan hoy las mascotas en la vida de las personas. El caso europeo puede ser el primer paso para un cambio global. Porque cuando un perro desaparece en un avión, no se trata de una maleta perdida: se trata de una familia rota. Y eso merece otra mirada.