Micaela Princiotto: para evitar los suicidios hay que desarrollar la inteligencia emocional y espiritual
Micaela Princiotto, misionera católica y experta en educación, manifestó su preocupación por los altos índices de suicidios que se registran en Bolivia y lamentó la tragedia sufrida por una joven de 16 años que se lanzó desde el noveno piso del estacionamiento de un centro comercial en Santa Cruz víctima de una profunda depresión.
Frente a dicho desenlace las redes sociales y no pocos medios de comunicación tuvieron una acción “maligna” al difundir videos, fotos y versiones sin fundamento sobre las causas que llevaron a dicha adolescente a tomar la extrema medida de quitarse la vida.
En diálogo con Asuntos Centrales, Princiotto llamó la atención de padres de familia, estudiantes y educadores para contener a los jóvenes, combatir el bulling y estar atentos a las señales que dan las personas que caen en la depresión, antesala de posibles suicidios.
“La joven era parte de nuestro colegio por lo que era una persona que conocíamos de cerca desde cuando tenía tres años. La hemos acompañado durante años. Tenía una mamá muy atenta y cariñosa con ella. Parecía que no tenía razones para tomar aquella extrema medida”, relató Princiotto.
“La joven enfrentaba un cuadro de depresión, estaba en un tratamiento por un cuadro de depresión. El factor que la llevó a este gesto terrible fue la depresión”, señaló.
“La gente comenta sin saber, inventa historias. Las redes sociales hacen un trabajo realmente malévolo en estos casos por el deseo irrefrenable de compartir videos y escenas, sin tener respeto por la propia familia doliente”, manifestó.
“Este ambiente en las redes mantiene un tipo de violencia contra los jóvenes. Esta joven que se lanza desde el noveno piso o este niño de 9 años que fue secuestrado y luego liberado”
“Siempre la violencia es absurda, no tiene razón de ser. Pero es aún más absurda cuando la violencia toca a niños o adolescentes en tan tierna edad y cuando están empezando a vivir”, manifestó Princiotto.
“Estos hechos se dan, justo, cuando estos jóvenes estaban en las puertas de la vida, cuando estaban abriendo esas ventanas, ese futuro que ellos mismos sueñan con grandes cosas, y de pronto, todo termina”, indicó.
¿Qué pasó con quienes debieron contener a esta joven de 16 años?
“Ninguno de sus compañeros sabía lo que estaba viviendo. La madre cuenta que el día anterior estaban riendo. Ese día la mamá la dejó en la casa y se fue a trabajar. Ella salió de casa para ir al colegio. ¿Qué habrá pasado en el camino? No lo sabemos, solo Dios sabe”, afirmó Princiotto. “La adolescente tenía un cuadro depresivo de cierta gravedad y estaba en tratamiento”, indicó.
Para funcionar, “el cerebro necesita dopamina y serotonina para mantener un equilibrio estable y proyectemos hacia la felicidad y la alegría. Ese concentrado químico y hormonal nos ayuda a dar ese click positivo en la vida. Cuando disminuye la cantidad necesaria entonces nos sentimos tristes, desmotivados y sin sentido para la vida”, explicó.
“Cuando uno está en situación de enfermedad, porque la depresión es una enfermedad, puede llegar a gestos extremos, no porque haya habido quién sabe qué drama. Aquí es el drama de no estar bien y no poder controlar sus propios actos”, indicó.
Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que Bolivia tiene la quinta tasa de suicidio más alta del continente americano. La tercera tasa de suicidios a nivel mundial de niños y niñas adolescentes. Entonces, el suicidio de la adolescente no parece una excepción.
“Hay que comenzara hablando de la alimentación. Hemos olvidado que cocinar adecuadamente y tener una alimentación balanceada es fundamental para el desarrollo de nuestro cuerpo, nuestro cerebro y, sobre todo, para mantener ese equilibrio emocional”. “Consumir chocolate, verduras y frutas ayuda a producir la serotonina y la dopamina, y tengamos una alimentación más sana”
En segundo lugar, “no debemos preocuparnos tanto por la competencia, de saber quién es el más exitoso. En esto la reflexión va a los educadores y los padres. Solo nos ocupamos de desarrollar la inteligencia cognitiva. Si es bueno en matemáticas, entonces lo aplaudimos. Y descuidamos lo que es la inteligencia emocional y la inteligencia espiritual”.
“Para estar bien con los demás, necesitamos desarrollar nuestra inteligencia emocional y la inteligencia espiritual. Yo puedo saber toda la matemática, toda la ciencia, la historia o la literatura. Pero eso no me da el gozo de vida. Me dará el orgullo de saber, pero eso es distinto a el gozo de vivir”, precisó.
En la familia “necesitamos más diálogo, más comunicación. Pero no un diálogo que solo pregunta: ¿qué te pasó hoy? Sino el diálogo que es afecto, que es amor, que te hace sentir bien y te libera de aquel nudo que de repente tiene en la garganta y no sabe cómo sacar”.
Y la escuela, “también tiene que dedicar tiempo y espacio para que los jóvenes tengan oportunidad de comunicar, de hablar, de sentirse acogidos. En sus programas, la escuela debe educar en inteligencia emocional y espiritual”.
“Una joven me dijo una vez: cuando nos alejamos de Dios, una es capaz de hacer cualquier cosa. Cuando nos sentimos huérfanos, cuando ya no tenemos la certeza y este enclave con Dios nuestro padre, entonces en momentos difíciles nos sentimos solos. Nos sentimos sin fortaleza y no sabemos a quién apoyarnos, a quién agarrarnos”, dijo Princiotto. “Nos ocupamos mucho de los avances tecnológicos, pero nos ocupamos poco de la persona. Hay que volver a poner sobre la mesa esta reflexión y revisar planes y programas. Les damos tanta cosa que quizás no le sirve para la vida y obviamos lo que realmente le podría servir para la vida”, finalizó la educadora