Hernán Cabrera M.
Cuando en el país la corrupción aumenta y los corruptos no son sancionados, ni la justicia les hace nada. Cuando el narcotráfico y los narcotraficantes, como ese tal Marset, se pasean impunemente. Cuando la gente siente la crisis económica en sus bolsillos, pero el poder no la quiere ver. Cuando los seres vivos y la Madre Tierra vienen siendo explotados y asesinados. Cuando las tecnologías y las redes sociales han venido sustituyendo la información seria, responsable. Cuando los derechos humanos como la salud, la justicia están por los suelos y no son prioritarios. Cuando los fiscales y jueces han convertido a la justicia en un recurso inhumano y de presión política. Cuando la muerte, la delincuencia, los robos son la moneda común en la sociedad, es ahí cuando el periodismo debe alzar banderas y ser una alternativa de esperanzas para la gente.
Pero un periodismo con templanza ética, con investigación valiente, que dé luces frente a las tinieblas, de compromiso social y político, que no tenga miedo ni excusas para enfrentar las irregularidades, el abuso, el robo al Estado de los políticos o autoridades que están de paso. Porque el periodista es el eterno enemigo de la corrupción, el racismo, las injusticias, el fanatismo, la delincuencia, el narcotráfico, el odio, la guerra, la discriminación. No hay neutralidad frente a todas estas taras sociales y no se puede a nombre de esa neutralidad ser condescendientes con el corrupto, el narcotraficante, el asesino, el pedófilo, el destructor.
Cuán necesario, importante y esperanzador es el ejercicio del periodismo en la Bolivia plurinacional, cuyo bastión de credibilidad aún se mantiene en los corazones de la gente, y es por ello, que el gobierno siempre se queja o denuncia cada vez que comete alguna fechoría responsabilidad a los periodistas o a las especulaciones de la gente en las redes sociales y entendiendo la magnitud y la influencia de la prensa, el poder ha logrado construir su red de medios de comunicación y un ejército de periodistas, que nunca van a cuestionar, ni denunciar, ni investigar hechos de magnitudes ni los tantos casos de corrupción que se están ventilando y que comprometen a altas esferas, como el caso del presidente de la cámara de Diputados, que incluso le están haciendo un torneo de fútbol, claro como oxígeno frente al bombardeo de sus travesuras que hizo este político del MAS.
Pierre Bourieu, sociólogo francés, señala: “Los periodistas ejercen todos los días este poder de construcción de la constitución de las publicaciones de gran circulación de la divulgación masiva, ya que tienen la potestad de publicar o no los hechos o los comentarios a ellos dirigidos (hablar de una manifestación o callarse, dar cuenta de una conferencia de prensa o ignorarla, dar cuenta de manera fiel y exacta, o deformada, favorable o desfavorable), o incluso, en desorden(a granel), por el hecho de poner los títulos o las leyendas, por el hecho de pegar etiquetas profesionales más o menos arbitrarias, por exceso o por omisión, por el hecho de constituir como un problema al que no lo es, o la inversa. Pero pueden ir más allá, impunemente, respecto a personas, a sus acciones o a sus obras”.
En Bolivia, la prensa en todas sus expresiones ha hecho un alto en los trabajos de investigación, entendible por las presiones y las extorsiones que el poder se encargó de establecer, pero nos da la posibilidad de informarnos y conocer más algunos casos fuertes que han golpeado la conciencia nacional, como las investigaciones sobre la producción de cocaína del uruguayo Marset; el silencio del Vaticano en relación a los sacerdotes que abusaron a niños en Bolivia y otros.
Un tema de fondo que debe usted entender mi amable lector: periodismo y derechos humanos son totalmente indivisibles, y son dos pilares de la democracia y de todo Estado que tenga una Constitución Política y haya suscrito los más de 20 tratados internacionales de derechos humanos, por tanto el Estado boliviano es parte de esa lógica y tiene la obligación de garantizar el ejercicio del periodismo en condiciones adecuadas, mucho más cuando ese Estado dice ser portavoz y defensor de los derechos humanos de los más de diez millones de bolivianos.
La democracia es todo un sistema administrativo, político y económico que opta un Estado para su desarrollo, bienestar y para afrontar los múltiples problemas en todos los órdenes que se presentan y se avecinen.
El escritor mexicano Octavio Paz, nos dijo que: “Ante todo debe aceptarse que la democracia no es un absoluto ni un proyecto sobre el futuro: es un método de convivencia civilizada”.
Periodismo es una misión para reflejar, informar, esclarecer y denunciar lo que ese Estado democrático hace o deja de hacer, pero teniendo como credo la responsabilidad, la ética y la verdad, ya que su razón de ser es el pueblo, el destinatario final; no es al poder al que deben rendir cuentas los periodistas.
Derechos humanos es todo ese paraguas que nos cobija a todos y todas los que somos parte de ese Estado democrático. Y Bolivia ha optado por ese paraguas, no solo en su Constitución Política del Estado, que consagra más de 150 artículos en materia de derechos humanos, también porque están vigente más de 60 leyes que específicamente garantizan a todos los grupos sociales, indígenas, urbanos, etc el disfrute de sus derechos, además porque el Estado Plurinacional ha suscrito más de 20 convenios o tratados internacionales de derechos humanos.
Es bajo esta tríada que el periodismo se construye y día a día debe dar respuestas a la gente, pero no bajo la mirada ni la manipulación que el poder hace, porque el gobernante siempre esperará que la prensa no hable mal ni fiscalice, ni denuncie, ni investigue.
Precisamente, la verdad se ha constituido en la principal víctima de los hechos de octubre-noviembre de 2019, que para el poder fue un golpe de Estado y del 26 de junio de 2024, otro golpe de Estado fallido, ante los cuales el poder se encargó de armar otra narrativa, a la que los periodistas de ese poder, le vienen dando alas y reforzando.
Además, a lo largo de la historia de la humanidad, nunca se impuso o triunfaron las injusticias, las mentiras, el engaño.
La verdad siempre encuentra un resquicio para alumbrar y esa verdad la tendrán que investigar y difundir la prensa responsable, ética y que no esté de rodillas ante el poder. Periodistas de pie, firmes, altivos y valientes, es el reto.
Así que más que una tarea del historiador, será del periodista para lograr el esclarecimiento de estos hechos y de tantos otros.