Hoy, un amigo colega de tribunal en un examen de Grado me dijo que sería muy bueno hablar de cómo hacer campañas electorales ahora que tantos quieren “cocinar el guiso”. No se preocupe, no voy a hacerlo: daré algunas sugerencias pro bono a los aspirantes a guisadores.
Primero: Si no sabe realmente de economía, no nos haga perder el tiempo. Perdone mi escala de meritocracia ad absurdum: Puede tener títulos académicos —maestrías, doctorados, posdoctorados; no cuento dar clases porque ya vemos a profesores como Montenegro y el mismo Arce— pero si (recalco el “si” condicional) tuvo la oportunidad de ejercer cargos que aplicaban medidas estatistas, capitalistas de Estado, socialistas, sociodemocráticas (recalco el “socio”), sigloveintiuneras y demás similares (populistas, tercermundistas, alteralistas, indianistas, etcétera), absténgase de hacernos perder el tiempo.
Segundo: Recuerde que el Estado no es empresario. Ni capitalistas conservadores o liberales del siglo XX ni milicos ni nacionalistas revolucionarios ni… (ya sabes cuáles: no volveré a repetir de arriba) han podido obtener un mango de utilidad de esos huecos negros llamados “Empresas Estatales”.
Tercero: Aun menos hable de coorperativización. Recuerde el despelote que fueron los sovjoses y koljoses stalinistas, las comunas maoístas o las cooperativas castristas (por no hablar de los falansterios de Fourier o los familisterios de Godin en el XIX).
Cuarto: Los amigotes políticos —no tienen que ser ideológicos porque, por ejemplo, Putin y Kim no piensan igual excepto por destruir Occidente y por eso sus compadreríos— no son los mejores apoyos; si alguien te dice “hermano de lucha”, húyele. Más vale un socio desamado que un falso amador.
Quinto: Este país —Las Bolivias— es una nación histórica (aunque un poco empegostada desde los Virreinatos y la Real Audiencia y luego con muchos desgarres de milicos inútiles: Litoral, Mato Grosso, Acre, por mencionar algunos) y no un puzzle de naciones inexistentes —como hicieron creer unos pseudoencantadores neocomunistas españoles a unos ¿incautos? Constituyentes.
Sexto: Este país —Las Bolivias— es la Casa Grande de muchos hijos de pueblos indígenas, de muchísimos mestizajes, de tantos criollos, de muchos europeos —desde el siglo XVI y hasta ahora— y de otros americanos del Norte, del Centro, del Sur y de las Islas que reconocen con orgullo este país como Su Hogar y que se denominan bolivianos (no importa en cuál de ellas vivan y laburen).
Dichos los negativos, iré a positivos.
Primero (y segundo): En este tiempo y en nuestro mundo, LA ECONOMÍA —en negrillas y mayúsculas— no es quitarle a uno para repartir miseria a todos: Es producir riqueza para todos y eso sólo se logra con creatividad, empeño emprendedor, conocimiento, trabajo, ahorro y capital. Ya sabemos que el Estado no los tiene pero cuando tiene capital lo que busca es hacerse loado y eso lo logra sólo haciendo faraónicos e inútiles resultados que fracasan antes de producir; el que Administra el Estado —el Gobierno que elijamos— es deudor de todos nosotros y, por ende, su misión es facilitar, cuidar y controlar que los que crean riqueza puedan hacerlo con el mínimo de impedimentos e informarnos transparente a nosotros, los que le prestamos a ese Estado temporalmente el Poder.
Tercero (“casa” con el primero y segundo): Lo que es de todos, es de nadie. Olvídese de las monsergas comunitarias: cuidas primero lo que es tuyo (y de los tuyos cercanos) y, asentado esto, cuidas luego lo que es de tus cercanos ajenos. (El altruismo, la filantropía, el compañerismo hacen más cercanos a los que son ajenos pero sólo “limpios de corazón” son los bienaventurados —y los llamamos santos en cualquier religión).
Cuarto: El que verdaderamente te beneficia busca —no es retruécano— su beneficio (material, estratégico, perspectivo, globalizante; incluso espiritual) y ese beneficio que busca no es malo siempre que, recíprocamente, nos haya beneficiado también…en la medida —justa para nosotros— que esperamos.
Quinto: Las Bolivias es —son— un país de países y una sola nación, no una nación de naciones. Una nación que se fue armando y desarmando (ya antes lo dije) desde el siglo XVI hasta el XX —el Tahuantinsuyo y sus Suyos desaparecieron con los Incas y de los tihuanacotas sólo quedan estelas de piedras y monumentos sin otra memoria desde hace, al menos, 1.200 años— y que, más mal que bien pero sin olvidar los éxitos de sus gentes, han sobrevivido a doscientos años con cosecha de muchos desgobiernos.
Por último, el Sexto: El aspirante a gobernar Las Bolivias que no olvide que entonces gobernaría para todos los que la habitamos —en el Este y el Oeste, en el Norte y en el Sur, en los Valles, las Alturas y las Selvas— y que tiene (no debe) proponer soluciones (reales, claro) para las expectativas de todos, que no venda ilusiones irreales y los mismos yerros de otras veces, porque si no es así mejor recoja hoy su morral y siga su camino, que él no es para Las Bolivias.
Espero no haber abusado de vos o de usted. Volveré por este camino pronto.