Son tal vez estas son las más importantes elecciones nacionales en muchos años, tan importantes como las fueron las del año 1978, que marcaron el fin del ciclo de la dictadura militar y dieron el inicio a un largo proceso de transición que duró más de 5 años; sin embargo, y a pesar de la gran importancia que tienen ahora la comunicación audiovisual, y la facilidad con la que se puede compartir estos mensajes; parece que estuviéramos asistiendo a unas elecciones de barrio, o la elección de dirigentes de un equipo de fútbol.
Mucho tendrá que ver con la imposición de un calendario sui generis, y la urgencia con la que tuvieron en hacer o deshacer alianzas, y en conseguir sigla, partido y presentar todos sus requerimientos ante el tribunal electoral y elaborar las listas de sus otros candidatos; tendrá que ver con que la gran mayoría de los candidatos no son militantes de los partidos que representan, y no conocen, ni sienten, sus postulados, el programa de gobierno, ni sus banderas, consignas y colores como suyos; sino que lograron la sigla como en el fútbol, donde en un mercado de pases los equipos consiguen sus jugadores que tienen divisiones inferiores.
Da la impresión que por la falta de tiempo y el miedo al comportamiento electoral incierto en tiempos de crisis de los ciudadanos, casi todos se han puesto a ofrecer sabiendo, ellos y nosotros, que no hay manera de cumplir; desde juventud, volver a tiempos idos, 100 días, rebaja de la gasolina, renovación, hasta la eliminación de impuestos o de sostener lo insostenible.
En general parecen tener más sabor y eficiencia las piezas de ataque y guerra sucia, que si bien tienen un poder de destrucción indiscutible, como las mentiras tienen piernas cortas y la más de las veces son armas que se vuelcan contra sus creadores; que las piezas que puedan empatizar con el electorado, mostrar las propuestas y lograr adherencias orgánicas.
No sé si por el apuro, o por alguna otra intención que está escondida para los comunes espectadores, parece que nadie eligió los colores que los representan, usan los que le han tocado en un sorteo. Los mensajes se muestran contradictorios, o en mejor de los casos, ambiguos; por ejemplo, Samuel Doria Medina afirma tener un equipo solvente y sólido que lo apoya, pero en todas partes lo vemos solo a él, acompañado del amarillo con metáfora de la soledad. O Manfred Reyes Villa, que ofrece experiencia y sabiduría, pero siempre mostrándose con un look teenager con bigote de adolescente. O Andrónico Rodríguez, que promete cambiar y combatir lo que está defendiendo, en una extraña pirueta contra la física, donde para él no existe el ayer, sino solo el anteayer. O Tuto Quiroga, que se muestra con quien al juzgar por algunos especialistas, le quita votos.
No sé si por el apuro o por algunas tendencias en el audiovisual con las que no estoy familiarizado, en general, las piezas más denotan urgencia, desprolijidad y falta de mística, que una invitación al voto y muestran una imagen especial de la candidatura, o mensajes que estén a la altura de la crisis o al momento histórico en que vivimos. En las redes sociales aparecen interponiéndose entre el votante y lo que quiere ver. Esa sea tal vez la metáfora de lo que son las campañas: candidatos que aparecen cuando no se los espera con una presencia que cuesta muchísimo empatizar.
Es decir: Parece que la crisis lo ha salpicado todo.