Vengo del futuro

Vengo del futuro

Un conocido pasaje bíblico, relata el momento en que los maestros de la ley (escribas), conjuntamente los fariseos, llevaron ante Jesús a una mujer sorprendida cometiendo adulterio. Según los susodichos, Moisés invocando la ley, ordenó que dicho acto fuera castigado con la muerte mediante la pena de lapidación. Sin embargo, antes de proceder, quisieron poner a prueba a Jesús y le preguntaron que debían hacer, la respuesta se convirtió en una de las frases más célebres de la humanidad: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Juan 8: 1-7). Por supuesto, la mujer en cuestión (se especula que fue María Magdalena), no recibió ni una sola pedrada.

Y es que para lapidar a alguien (en sentido figurado), más vale tener las manos limpias y una trayectoria diáfana, casi prístina e inmaculada. En este sentido, muchos hipócritas, cual fariseos, de pronto se dieron cuenta que un supuesto pedófilo fue su jefazo casi tres lustros, y resulta que ahora sin el menor desparpajo lo repudian. Estos fariseos que al igual que en los cánones bíblicos aparentan rigor y corrección, (cuando) en realidad eluden recurrentemente los preceptos de la ley, siendo literalmente especímenes execrables, sin la más mínima talla moral de acusar de nada a nadie, por eso, en sus manos y pestilentes fauces, todo sucumbe en lontananza.

Ahora mismo, acusadores y acusados están en la misma categoría, la inmoralidad pareciera ser su peculiar distintivo; por eso, el supuesto pedófilo no es el único gamberro de la recua. El problema estriba en que estas prácticas suelen ser más comunes de lo que uno se imagina, convirtiendo a las víctimas en objetos de intercambio de favores u ofrendas interesadas. Empero, con un cinismo sin límites, resulta que ahora los arquitectos del lodazal, nos quieren dar clases de moral, condición extinta hace mucho tiempo. Y no es que quiera cargar toda la tinta en un periodo en particular, dado que el lodazal forma parte de nuestro hábitat desde la misma fundación de la república, lo cual ni de lejos supone que nos sintamos (sentimos) a gusto y mucho menos que nos hayamos acostumbrado. Sin embargo, agárrese bien, la cosa no termina ahí, en los últimos días retumba nuevamente la frase: “somos la reserva moral”. Parece mentira ¿verdad?, pero es sorprendente como espetan esta frase sin el menor rubor. Como es natural, surge la pregunta inmediata, ¿la reserva moral de que?.

La sola afirmación de esa frase es un colosal despropósito, con una fuerte impronta fascista, un aire fatuo de superioridad moral inexistente, empaquetada en confusos mitos y prejuicios, típico de los totalitarios que cargan un fuerte odio y resentimiento por todo y por todos. Pero entiéndase bien, nada es casual, en otros contextos estas afirmaciones podrían causar cierta gracia, pero en el actual, es un insulto, no es admisible que literalmente nos hayan hecho rehenes de tanta calamidad y encima debamos actuar como si nada estuviera pasando.

¡Todo está mal! (Kushida, 2024), puede que suene apocalíptico, pero la exageración se ha quedado corta, porque estuvimos y estamos secuestrados no solo por ineptos y mediocres, sino inmorales, maestros del engaño, mitómanos compulsivos de infinito cinismo, su desvergüeza no tiene límites, estamos enfangados y para rematar, con las instituciones completamente desmanteladas .

Lamentablemente salir del fango no será una cuestión milagrosa e indolora, después de casi dos décadas estamos ante una crisis múltiple que la describí hace bastante tiempo en cuatro dimensiones, económica, institucional, medioambiental y política. Pero ahora, no me cabe la menor duda que lo peor de nuestra crisis es la total ausencia de moral. Es probable que hayan quienes piensen que estoy exagerando, que mi razón anda obnubilada. Ya quisiera yo, si así fuera, la cosa sería fantástica, dado que todo terminaría en mis delirios; lamentablemente, sin ninguna pretensión, vengo del futuro.

El sistema judicial está lejos de componerse, el problema radica en que es la fuente de poder suprema, codiciada por todos y origen de nuestros males. No estoy convencido de que cambiar de modelo, gobierno o ideología sea la ansiada piedra filosofal. Las instituciones fácticas (Policía/Fuerzas Armadas) están disociadas de la población, son verdugos antes que protectores; el crimen organizado ha penetrado la médula misma de los gobiernos, desarrollan sus actividades bajo un manto de protección y complicidad descarado; la proliferación de fortunas mal habidas es la regla, pero no por un esfuerzo implícito, sino por el saqueo a mansalva de los recursos públicos.

En este contexto, huelga decir que la oferta política de propios y extraños no parece ser la solución de nada, es algo así como una carpeta de ideas novedosas pero en un envase jurásico. De todas maneras, un tsunami se aproxima, un cambio de época. No será fácil, Manuel Castells señala que una época histórica cambia cuando se transforman de forma cualitativa y simultánea las relaciones de producción, relaciones de poder, experiencia humana y cultura. En este contexto, el mundo no es el mismo, debemos entender que los acontecimientos globales nos muestran un agotamiento de occidente y un cambio poderoso de eje, virando hacia Asia-Pacífico, Euroasia, Oriente Medio, pero al mismo tiempo, la gran paradoja es que habiendo llegado a la era de la inteligencia artificial, el mundo está gobernado por verdaderos bufones, situación que por supuesto a nosotros no nos exime de nada.

Franklin Pareja - Politólogo

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