En tiempos de venta ‘on line’ y ocio digital, las librerías, especialmente las que son algo más que puntos donde comprar ‘bestsellers’, se han convertido en reducto para lectores que agradecen lo físico y la experiencia de reunirse con otros “locos” de los libros, oasis de cultura(s) como La Central, Finestres o Laie, que cada vez proliferan más.
Hace una década, las esquelas que anunciaban el fin del libro en papel ante el ‘e-book’ se pusieron de moda entre los pregoneros del apocalipsis, que veían cómo Spotify y otras plataformas daban la puntilla al CD, augurando que la industria editorial sería la siguiente víctima de la voracidad digital.
No sólo no fue así, sino que el libro y las librerías (con algo más) han sabido encontrar una vida extra estos años tras el ‘reset’ provocado por la pandemia de covid.
Es el caso de La Central, creada en 1995 -con varias librerías en Barcelona y Madrid- y cuyo buque insignia, y paradigma de este movimiento, es el establecimiento del Raval de la capital catalana, abierto en la antigua capilla de Nuestra Señora de la Misericordia, del siglo XVIII, un edificio rehabilitado, repleto de recovecos y de volúmenes, con una cafetería con un jardín único, que obliga a retornar, una y otra vez.
“¿Puede haber un sitio más increíble que un templo para los libros como el que ha construido La Central? No sé cuántas librerías se han construido dentro de antiguas iglesias, pero en Barcelona, que yo sepa, no hay muchas más”, se pregunta y contesta a sí misma la librera Andrea B.Dolz, rodeada de libros.
Para el director de La Central, Alessandro Ulivieri, la del Raval es quizás “la más alternativa del ecosistema La Central” gracias a unos fondos de ensayo contemporáneo, autores LGTBI+, teoría política “y toda una serie de materias que ayudan a seguir alimentando el pensamiento crítico”, comenta el responsable de un proyecto cultural que este verano inaugura otra librería especializada en público joven en el Eixample barcelonés (c/Consell de Cent 314).
Precisamente, en pleno Eixample, Laie Pau Claris se erige como mucho más que una librería con café, o eso dice Miquel, cliente habitual: “Un lugar al que entras no solo para comprar, sino por la experiencia de estar dentro”.
Ese clima, entre refugio cultural y salón de encuentro, es lo que hace que muchos crucen la ciudad -o vengan de poblaciones cercanas- para reencontrarse con ella.
Emilio, por ejemplo, no vive cerca, pero siempre regresa porque sabe que encontrará lo que busca y, de paso, podrá tomarse algo sin prisa, suspendido de la vorágine barcelonesa.
Inaugurada en 1980, Laie nació como librería internacional de humanidades, con títulos en castellano y catalán, pero también en inglés, italiano o alemán, que entonces apenas se encontraban.
Diez años más tarde, abrió el café-restaurante de la planta superior, un modelo innovador que inspiraría a otros espacios.
Para Damià Gallardo, director literario de Laie Pau Claris, lo esencial es la simbiosis: hay clientes fieles al café, otros que solo pisan la librería; pero al final lo que se crea es “un punto de encuentro imbatible”.
Si Laie destaca como un lugar de encuentro y tertulia, Finestres (C/Diputació, 249) se ofrece, sobre todo, como refugio de silencio en medio del cuadriculado Eixample (“kilómetro cero” barcelonés de esta corriente), donde la lectura es una forma de parar el tiempo.
Ese clima es el que buscan lectores como Joan Ramon, que llegó atraído por la promesa de un rincón tranquilo y acabó encontrando sofás y una terraza interior “muy cuca”, o Alejandra que acude junto a su perrita para revisar novedades y sentarse al aire libre.
“Finestres es una librería para leer -resume Mireya Valencia, responsable de compras-. Son setenta mil volúmenes en siete idiomas”, una selección cuidada por libreros que recomiendan, y una arquitectura pensada para quedarse: sofás, salas en penumbra, un jardín discreto donde el rumor de la ciudad desaparece…
Pero Finestres es también algo más que una librería: nació como parte de un proyecto editorial y mecenazgo, impulsado por Sergi Ferrer-Salat, con premios y becas para la escritura de ensayo y cómic, género por el que esta casa ha apostado sin tapujos (tiene un local justo enfrente de la sede especializado en el ámbito gráfico).
A los diferentes espacios de La Central, Laie o Finestres de los centros de las grandes urbes (donde hay otros ejemplos: Byron y Ona Llibres en Barcelona; La Mistral o Desnivel, en Madrid) se unen propuestas periféricas más pequeñas en tamaño pero igualmente sugestivas en espíritu, en barrios de ambas ciudasdes como No llegiu, Calders, Cafebrería ad Hoc, Parenthesis o Altamarea, por citar nombres de una red que se despliega como una telaraña de la que es difícil zafarse.
Fuente: EFE
