La harina de trigo que genera el pan, alimento diario en la mesa de todos los bolivianos, no está siendo solventado con producción nacional, alcanzando a cubrir en forma recurrente todos los años como promedio solamente el 30 al 40 % del requerimiento interno que representa 750 mil TN. El saldo o déficit se abastece por la importación formal que, paradójicamente, disminuye pese al consumo poblacional en aumento.
Para entender esta contradicción aclaramos, por ejemplo, que en el quinquenio 2017-2021, tanto el trigo en grano, como la harina representaron un valor total importado de $us 629 millones, con un promedio anual de $us 125.8 millones; las cifras del año 2022 oficialmente registradas con $us 71millones en importación por ambos conceptos, se deduce por lógica que la vía del contrabando es la respuesta para justificar cuantiosa diferencia.
Se aborda este análisis, en virtud a que el vecino país Argentina, proveedor natural de trigo, no solo está aplicando serios ajustes a su economía, derivando en un encarecimiento de sus productos, como también ante la expectativa alcista del precio del trigo en el mercado internacional provocado por la catástrofe hídrica en el Estado Río Grande del Sur –Brasil, que compromete aproximadamente el 50% de la producción de este cereal en este país, además de la sequía que actualmente está afectando a Estados Unidos y Rusia, tercer y cuarto productor mundial de trigo con 60 millones de TN cada uno.
El escenario internacional pondrá en aprietos al país, la oferta de trigo disminuirá y por ende subirá el precio, seguramente se lamentará como país la decisión asumida por Emapa en el preámbulo de la siembra del trigo, estableciendo el pago por TN en $us 347, inferior a los $us 415 cancelados el 2023.Generando un desincentivo al productor que disminuyó la expectativa de siembra de 130 mil a 90 mil Ha, adicionando el factor clima, que incidió también en menor grado en la proyección estimada del cultivo este año.
Urge una política de Estado que viabilice las condiciones adecuadas para la producción de alimentos esenciales para la población, que en el caso específico del trigo estarían circunscritos a créditos de largo plazo e interés de fomento, seguro por eventos climáticos y la biotecnología traducida inicialmente en el OGM- HB4, tolerante a la sequía, que incluso fue presentado por Anapo en septiembre 2022 al Comité de Bioseguridad Alimentaria, para reducir pérdidas por estrés hídrico, asegurar cosechas y aumentar la superficie de siembra y producción.