La fractura expuesta que pone a la clase media en terapia

La fractura expuesta que pone a la clase media en terapia

Javier Medrano - Periodista

Algo se rompió. Algo muy grande y profundo. La escalera social económica se quedó sin mas peldaños hacia arriba y aumentó sus escalones hacia abajo. La profunda crisis económica que atraviesa el país ha podado muchas escalinatas de ascenso social y ahora se está, irremediablemente, achatando a la clase media social de Bolivia.

¿El ascensor social ya no funciona? Quizás nunca funcionó. En lugar de subirnos pisos, en realidad, sólo gateamos en entre pisos y después de más de 20 años de falsa ilusión, casi ni siquiera llegamos al tapanco de la casa.

Es muy complejo definir – política, social y económicamente – a la clase media. Para el Gobierno más del 60% de la población nacional corresponde a la clase media, por encima de la pobreza y por debajo de la riqueza. Pero, esta cifra, puede ser engañosa, ya que las variables multifactoriales que forman parte de la medición de la clase media hacen que su ubicación sea muy difícil.

Por ejemplo, la economía boliviana es casi en un 80% informal e ilegal. Este dato “tergiversa” los datos ya que el hecho de ser informal o ilegal no significa, necesariamente, ser pobre o estar por debajo de la media social. Existe mucha riqueza en la informalidad: comerciantes, contrabandistas, que no facturan, que no pagan un centavo al fisco por su accionar económico, cobran los bonos sociales, ubican a sus hijos en colegios fiscales y sus viviendas rayan entre lo básico y lo extremo. Pero, son personas que manejan mucho efectivo, no pagan salarios formales, jubilaciones, aguinaldos ni beneficios sociales. Su ganancia es neta, pero su estilo de vida es “básico”.

Por otro lado, tienes a una clase legal y formal, que raya en la subsistencia, que inscribe a sus hijos en colegios particulares “modestos”, pagan un seguro médico básico, pagan impuestos de sus salarios formales y viven en condiciones un poco mejores que los llamados “informales”.  Pero sólo un poco mejor.  Sin mencionar de sus innumerables deudas que tienen y con las que, literalmente, bicicletean, su economía familiar cada quince días.

Esta aparente – o no- incongruencia social tiene mucho que ver con la dificultad de armar un relato coherente sobre la golpeada clase media boliviana cada vez más heterogénea y dispar. Y está bien, porque para los economistas la clase es un concepto relativo que no mide riqueza sino más bien homogeneidad. Y es quizás este es el concepto que debemos tener en cuenta. La caída de la homogeneidad social y la irrupción de la heterogeneidad económica en el país.

Por lo tanto, el peligro reside cuando se encoge la clase media-baja y se incrementa la clase baja ya que eso sí que es una mala noticia, porque quiere decir que la desigualdad es cada vez más pronunciada en la sociedad boliviana.

Cabría definir, entonces, a la clase media social no por lo que gana la gente en un momento determinado tiempo de su vida, sino por las oportunidades que tiene a largo plazo como expectativa económica. Y es en este preciso argumento, que la crisis se ve de manera más expuesta. Por la sencilla razón de que la actual profunda crisis económica, está golpeando las ya escasas oportunidades a futuro mediato que le queda a los jóvenes o nuevos profesionales.

Y acá, lamentablemente, aparece otro factor que desestabiliza la clase media formal y apegada a la ley: la corrupción. Es, quizás, el mayor factor de desigualdad y de desmotivación social que un país puede enfrentar. Ver a nuevos ricos, sin esfuerzos mayores, sólo por estar “enchufados” en un cargo público que les permite robar a destajo los recursos públicos.

Nuestra actual juventud, y me animaría a decir que casi toda la población boliviana, ha pasado por lo menos 20 años de montañas rusas, de gravísimas bajadas y subidas excepcionales, pero que, de golpe a sopetón, vuelven a arrastrarnos al subsuelo social.

El egoísmo, la imposición, la confrontación y a menudo la vendetta siguen primando sobre la cooperación, la persuasión, la deliberación democrática y la competencia económica y electoral, como mecanismo para diseminar proyectos e instrumentos de política pública que respondan – aunque sea en un mínimo de eficiencia – a las demandas de la sociedad para su beneficiar y potenciar aquellos factores sociales y económicos que reproduzcan escalones para un ascenso social. Aunque sea enano.  Pero ahora, ya casi, ni siquiera eso.

 

Related Articles

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *