En la tradicional pugna entre Madrid y Barcelona, ampliada a Comunidad de Madrid frente a Cataluña, hay dos artículos imprescindibles del mismo autor: Pasqual Maragall, un gran alcalde de Barcelona, y con menor brillantez después presidente de la Generalitat, tituló primero “Madrid se va”, en 2001; y dos años después, “Madrid se ha ido”. Maragall, economista de planificación regional formado en Nueva York, intuyó que Madrid escaparía pronto del eterno empate de cifras entre las dos capitales rivales. En su segundo artículo constató que eso ya había sucedido.
Lástima que no sea posible hoy conversar con Pasqual Maragall, aquejado desde hace años de Alzheimer, porque sus reflexiones visionarias serían de gran utilidad ante los nuevos datos. Aunque Barcelona y Cataluña comiencen a recuperar impulso después del turbulento período de gobiernos independentistas, Madrid está ya en otra galaxia. Se incorporó hace poco a la cabecera de las grandes conurbaciones metropolitanas europeas -Londres, París y Milán- desplazando del cuarto puesto a Berlin. Su extenso término municipal -605 kilómetros cuadrados frente a 101 de Barcelona- favorece que crezca con grandes operaciones urbanísticas.
Otra cuestión, en absoluto menor, es que ese crecimiento de población, empresas y capitales inmobiliarios se haga con criterios que no resuelvan sino que agraven la desigualdad; y que los desaforados precios de la vivienda estén expulsando a jóvenes, mayores e inmigrantes cada vez más a la periferia. Pero lo cierto es que Madrid, de año en año, se supera en datos y expectativas.
Tres corrientes migratorias confluyen para generar ese estallido demográfico: inmigrantes de clases sociales bajas desde África, menos de Asia, y sobre todo de América Latina en busca de empleo; acaban copando la hostelería, la construcción, los cuidados personales, los taxis y servicios varios. Desembarcan en Madrid también numerosos inmigrantes adinerados procedentes de Venezuela, Colombia, México y otros países, que se quedan con los mejores inmuebles, sin apenas negociación. Al barrio de Salamanca ya se le llama la “Little Caracas”. Adriana Álvarez, de la Cámara de Empresarios Venezolanos en España, estima que un buen grupo de esos nuevos ciudadanos de Madrid proceden de Miami, tradicional destino de personas y capitales que abandonaban sus países por la inseguridad y la inestabilidad política. Algunos optaban antes por Nueva York pero la buena marcha de la economía española, la calidad de la sanidad, la educación y los transportes, más la seguridad en las calles, hacen de Madrid -como de Barcelona, Valencia y la Costa del Sol- destinos preferidos.
Pero hay un tercer flujo migratorio muy notable: profesionales y clases medias que llegan a Madrid para emplearse en multinacionales, o realizar estudios de postgrado con intención de quedarse. En ese grupo destacan, además de mexicanos y venezolanos, los italianos. Según el Instituto Nacional Estadístico de Roma, la tercera parte de los jóvenes entre 18 y 35 años quiere salir del país. Destinos preferidos son Estados Unidos, Reino Unido y España. Los dos primeros son países con trabas crecientes -desde la llegada de Trump han descendido en un 20 por ciento los estudiantes extranjeros- mientras que España abre sus puertas con mayor facilidad a esos inmigrantes reforzando su posición económica, la primera del Eurogrupo.
Yandra Paola Santana, egresada de la Sapienza en Roma y con dos posgrados en Next Educación en Madrid, observa esos flujos y concluye que “hoy Madrid se está convirtiendo en el Nueva York europeo”. Suscribimos ese titular. Añade que “la calidad de vida y el equilibrio trabajo-ocio actúan como un imán”. Crecimiento garantizado.
