Crónica de Manuel Campo Vidal
El arte exhibido por los grandes partidos españoles, PP y PSOE, para no alcanzar acuerdos en nada, incluido aquello en lo que en lo que coinciden, es muy meritorio. Polarización hay en todas partes, pero el caso español es el estadio supremo de la negación de lo evidente.
Pongamos que toca hablar de Nicolás Maduro, el dictador venezolano. ¿Hay alguna duda de que la oposición ganó sobradamente las últimas elecciones? ¿Existe noticia distinta a que la única respuesta del poder ha sido incrementar la represión y esconder actas electorales? ¿Hay algún dirigente internacional relevante que haya visitado Caracas para felicitar en público a Maduro por su “victoria electoral”? Allí fue Juan Carlos Monedero, fundador de Podemos, colaborador del régimen. Maduro lo exhibió en radio y TV como “prueba del apoyo exterior”. Una potencia, sin duda. Claro que siempre están ahí Rusia y China porque Venezuela es la mayor reserva petrolífera del mundo. Pero desde Estados Unidos a la Unión Europea, pasando por los grandes de la región -Brasil, Colombia y México- le reclaman transparencia y acatamiento de las urnas. Ni lo acepta, ni lo aceptará. Maduro no madura; solo quiere durar. El candidato opositor, Edmundo González Urrutia, se escondió para no ser detenido bajo acusación “de dar información sobre resultados electorales”. Menudo delito. Inquietante todo porque los vídeos que circulan sobre abusos y torturas a detenidos tras las elecciones son estremecedores.
Para mayor ridículo, la única medida triunfal que se le ha ocurrido a Maduro es “adelantar la Navidad al uno de octubre”. Tomen nota en el Vaticano y rectifiquen los calendarios religiosos en las parroquias de todo el mundo: el decreto bolivariano sitúa el nacimiento del Niño Jesús casi tres meses antes de lo establecido en el Evangelio. Es una excusa para repartir masivamente bolsas de comida a ver si así se aplaca la ira ciudadana por el robo electoral.
Pues estando todo eso bien claro y con las fuerzas democráticas de todo el mundo alineadas en la condena del régimen, socialistas y populares españoles, son capaces de referirse a lo que sucede en Venezuela como si estuvieran en bandos enfrentados. Y están en el mismo, aunque les pese. Cierto que hay un factor llamativo: la acción por libre de Zapatero, no siempre entendida y nunca explicada. Un dirigente socialista le preguntó directamente el porqué de tanto viaje y mediación con Venezuela -es verdad que se lograron algunas excarcelaciones- y Zapatero respondió: “Me lo pidieron los americanos”. Su relación con el que fuera secretario de Obama para América Latina es conocida.
El pasado domingo por la tarde, Edmundo González Urrutia, aterrizó en Madrid. El Gobierno español le concede asilo político para protegerlo. Algunas informaciones aseguran que Zapatero tuvo un papel relevante en el acuerdo para sacar del país al candidato electo; aunque no reconocido.
Si ni siquiera en lo de Venezuela PP y PSOE coinciden, ¿cómo van a ponerse de acuerdo en el nombramiento del Gobernador del Banco de España? José Luis Escrivá, el elegido por Pedro Sánchez, antes que ministro, fue presidente de la AIREF, organismo que controla la actividad del Estado, nombrado allí por un gobierno del PP. Sánchez le encargó controlar la Seguridad Social “porque no quería dejar la caja a Podemos”. Ahora va al Banco de España. Profesional muy solvente, sin duda. Pero si entre el ministerio y el Banco hubiera existido un descanso “estético”, habría estado mejor.¿O no?