Hace 200 años, un día como hoy, en Sucre (Charcas), se rubricó La Declaración de la Independencia de Bolivia, República de Bolívar en ese entonces, fecha histórica de la cual Tarija no formó parte. Esta magna declaración fue firmada por 48 miembros, representantes de Santa Cruz, Charcas, Potosí, Cochabamba y Oruro. Este hecho, no menor en la historia de Sudamérica se denominó la “Disputa por Tarija”, que alcanzó casi un siglo del XIX. Se inició formalmente en 1807 y concluyó con un Tratado en 1889.
La primera parte nace de reducir el Arzobispado de Charcas mediante la división de la Gobernación Intendencia de Potosí en los partidos de Chichas y Tarija. Para lo cual, el Rey en el Palacio de El Pardo firmó, el 17 de febrero de 1807, la Cédula Real, misma que fue ratificada por la corona en 1811. Esta incorporación a Salta del Tucumán funcionó desde lo político y religioso.
Posteriormente, vino la lucha por la Independencia que duró más de dieciséis años. En este periodo las milicias tarijeñas fueron protagonistas con las tropas enviadas desde las pampas al Alto Perú, ahí brillaron por sobre todo Manuel Belgrano, el tucumano Aráoz de la Madrid y el salteño Miguel Martín de Guemes, que junto a nuestros Montoneros expulsaron a los realistas en cruentas batallas.
En este caso, los primeros gritos libertarios fueron con los platenses del cual fuimos un mismo cuerpo, siendo nuestros verdaderos libertadores/héroes los mencionados párrafo arriba, en tanto el Mariscal Sucre como el Libertador Simón Bolívar vinieron la década posterior, cuando la ruta de la Gran Colombia se despejó en la batalla de Ayacucho en 1824.
“Tarija había sido tierra de nadie durante gran parte de las guerras de Independencia, donde patriotas y realistas se habían turnado para ocupar la ciudad. Cuando se aseguró la Independencia, Tarija estaba dividida en facciones que apoyaban a los porteños o a los peruanos”, señala el profesor Erick Langer en su texto “La fundación de Bolivia en el contexto latinoamericano, 1825-1830”, como parte del libro “Un amor desenfrenado por la Libertad”.
La segunda parte tiene que ver con los años 1825 y 1826, cuando Bolivia se constituyó en República libre de Buenos Aires y Lima. En tanto, el 9 de mayo de 1825 el Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de La Plata deja en plena libertad para disponer de su suerte a las provincias del Alto Perú. En julio del mismo año envían una delegación de alto nivel para demandar a Simón Bolívar la devolución de Tarija por ser parte integrante de la provincia de Salta. En el entrevero político, con más o menos hechos, Bolívar acepta dicho pedido, pese a la oposición de Sucre.
En mayo de 1825, Sucre envía a Francisco Burdett O´Connor para poner orden en Tarija, nombrando a Bernardo Trigo Espejo gobernador. Siendo así que en el cabildo de junio eligen representantes ante la Asamblea de Sucre, quienes no fueron aceptados en la nueva capital. Volviendo a insistir en otro cabildo en julio del mismo año, sin suerte por el momento.
Eduardo Trigo O´ Connor D´arlach en “Tarija en la Independencia del Virreinato del Río de La Plata” apunta que “se adujo que faltaba un acta que declarara la unión de Tarija a dichas provincias”, mientras se fundaba el nacimiento de la República de Bolívar, mediante Asamblea convocada por el Mariscal de Ayacucho.
Ya en 1826 el tema se pone más candente. Restablecido el poder argentino en Tarija se envía en marzo a diputados chapacos al Congreso de Buenos Aires. En el transcurso, salta la noticia de que Eustaquio Méndez sería trasladado preso a Salta. Hecho por demás insatisfactorio para el pueblo tarijeño, lo que despertó la bronca de las huestes locales e impulsó el proyecto de pertenencia de Tarija a Bolivia en tres cabildos más.
El primero, realizado el 26 de agosto de 1826, por iniciativa de Bernardo Trigo Espejo y apoyado por los Montoneros de Eustaquio Méndez. Un segundo cabildo, del 7 de septiembre, ratificó las decisiones del anterior. Con esa presión, el Congreso por fin, en septiembre de 1826, acepta la incorporación de Tarija a la nueva República. Aunque la corriente bolivianista gana, Trigo y los suyos propiciaron un tercer cabildo que se realizó el 17 de octubre de 1826, donde manifiestan la voluntad definitiva de ser bolivianos.
Aun así los sucesos continuaron. En noviembre del mismo año, el Congreso de Buenos Aires promulga una Ley que eleva a Tarija a categoría de provincia argentina. En tanto, cuando lo hace el congreso charquino le otorga el rango de ciudad, y ya en 1831 Andrés de Santa Cruz crea el departamento de Tarija.
La tercera parte se relaciona con dos hitos que mantenían viva la “Disputa por Tarija”. La primera, cuando se sucede la batalla de Montenegro entre la Confederación Perú Boliviana a la cabeza de Andrés de Santa Cruz y Juan Manuel Rosas presidente de La Confederación Argentina. Este último hace conocer a Santa Cruz sus reclamos sobre Tarija. Dada la negativa, se rompen relaciones y se declara la guerra. El 24 de junio de 1838 tropas bolivianas al mando del Gral. Braun y Francisco O’Connor, Timoteo Raña, Sebastián Agreda, Bernardo Trigo, Eustaquio Méndez, Sebastián Estenssoro, Fernando Campero, derrotan a las tropas argentinas, poniendo fin al último intento argentino de recuperar el territorio de Tarija por las armas.
El segundo momento se expresa cuando se suscribe el Tratado definitivo de límites denominado Vaca Guzmán – Quirno Costa del 10 de mayo de 1889, aún vigente. Mediante ese acuerdo, ratificado en marzo de 1893, Bolivia confirmó la cesión del Chaco Central a la Argentina y añadió a dicha cesión, una parte de la Puna de Atacama, a cambio del reconocimiento de sus derechos sobre el Partido de Tarija.
Ante esta reseña histórica, nuestra reflexión final concibe que la historia de Tarija es un testimonio elocuente de cómo la voluntad de lucha de un pueblo que implicó complejos acuerdos y concesiones, fue ante todo, un triunfo de la autodeterminación. De esta manera, Tarija, se consolidó como una pieza fundamental del nuevo proyecto boliviano, ejemplificando la fuerza de la integración regional y el poder de un pueblo para definir su propio destino.