En estos días de escasez de dólares, los timadores digitales han agudizado el ingenio y tienen un discurso bien aceitado para, después de sustraer una cuenta de WhatsApp (un técnico me aclaró que no es clonación, sino suplantación), se comunican con los contactos del dueño original del número y ofrecen divisas americanas por debajo del precio del mercado. Los incautos que caen en el engaño les transfieren bolivianos a cuentas bancarias —a nombre de terceros—, confiados en que es un amigo o familiar quien les está vendiendo. Los bribones, una vez recibido el dinero, cierran esas cuentas y desaparecen del mundo físico y virtual.
Esta estafa, que se basa en provocar una fisura de un sistema tecnológico para suplantar una identidad, es una muestra muy básica —casi doméstica— de lo mucho que los embaucadores pueden aprovechar si hacen una minería de datos y un seguimiento de nuestra huella y vida digital, que es ese rastro o historial que vamos dejando —voluntaria o involuntariamente— cuando interactuamos en línea.
En muchas ocasiones, la ficción precede a la realidad: un par de noches de esta semana, estuve atrapado por una serie de Netflix, de ocho capítulos, No hables con extraños (The Stranger), en la que una misteriosa mujer, recaba información disponible en la red, hace un seguimiento a sus potenciales víctimas, para luego chantajearlas con secretos que podrían generarles problemas legales, conflictos familiares o repudio social.
Esta miniserie, de producción británica, disponible en la plataforma de streaming, está basada en la exitosa novela del escritor estadounidense, Harlan Coben, que tiene una veintena de novelas de misterio y suspenso.
Todo comienza cuando esta mujer misteriosa, que se hace llamar The Stranger, se acerca a un hombre y le ofrece información que lo llevará a adentrarse en la aparente vida oculta de su esposa. A partir de ahí, con los supuestos datos revelados, él descubre que su esposa y madre de sus dos hijos, esconde un enorme secreto que parecería parte de una conspiración que puede destruir a toda su familia. Su vida, y todo lo que ha experimentado hasta ese momento, no era exactamente lo que pensaba.
No hables con extraños, estrenada en 2020, aborda las complejidades de las relaciones humanas, los secretos que escondemos y cómo las mentiras pueden afectar nuestro mundo más cercano. La chantajista destapa perturbadores hechos ocultos sobre los familiares de los residentes de un pequeño pueblo, dejando una estela de conmoción a su paso y atrapando al espectador en un vórtice de tensión e intriga.
La chantajista —junto a su pareja, una investigadora privada—, sabe cómo y de dónde conseguir información para provocar una tormenta incontrolable que perturbará la supuesta relajada cotidianidad de la comunidad. El protagonista se ve envuelto en un agobiante misterio mientras busca respuestas con desesperación.
La serie es compleja, tiene varios giros trepidantes en la trama, tiene muchas historias que se conectan y es difícil no involucrarse emocionalmente con algunos de sus personajes. Sin embargo, lo más difícil, por el grado de “adicción” que genera, es dejar el próximo capítulo para el día siguiente. Una vez se la comienza, es imposible no ir hasta el final.
Vivimos en una época donde olvidamos que todo lo que hacemos —especialmente en línea—, puede ser visto, rastreado y usado en nuestra contra. Estamos expuestos a ser timados digitalmente en la compra de unos dólares, o peor aún, a que nos chantajeen con asuntos, relaciones o conductas personales que no quisiéramos que se conozcan.