Podría comenzar señalando los síntomas y el desastre de un Estado fallido que, en todos los niveles del servicio sanitario —nacional, departamental o municipal—, no cumple con las urgentes necesidades de la población; pero, prefiero quedarme con la capacidad de organización y resiliencia de una sociedad civil que, con mucha creatividad, ingenio y solidaridad, busca soluciones y respuestas a sus problemas cotidianos. Una, de las muchas historias que muestran cómo el voluntariado y las organizaciones de beneficencia, hacen lo que el Estado debería hacer, es la del proyecto Al Hospi con Roberto.
Como en todas las historias que merecen ser contadas y nos sirven de inspiración, hay siempre detrás un gesto de amor, una idea intuitiva, unos profesionales de la salud con vocación de servicio y entrega, unos voluntarios que ofrecen su tiempo y trabajo, unos emprendedores que coadyuvan con recursos para financiar los planes, unas familias que se unen en torno a un objetivo de vida, y unos niños que, aun estando debilitados físicamente, saben contagiar sus inmensas ganas de vivir.
Hace algún tiempo, en una esquina de un consultorio del Instituto Oncológico del Oriente Boliviano, una voluntaria —la psicóloga pediatra, Giordana Carreño Bonilla—, encontró un sucio títere que había sido abandonado por mucho tiempo, y aunque su aspecto no era muy atractivo, sintió curiosidad por él y lo llevó a la sala de internación. A través de interacciones con el muñeco y los pequeños pacientes, descubrió una manera más empática y natural para acercarse a ellos e ilustrarles los protocolos médicos. Mientras mejor informados están los pacientes, hay una mayor disposición a la colaboración voluntaria y con menos temor. Trabajar con el peluche, como instrumento de mediación, permitió que haya menos resistencia a tratamientos y procedimientos que pueden ser invasivos, dolorosos y molestos.
Una paciente, Suzette Solíz Chauque —de apenas 13 años—, que no pudo sobrevivir la enfermedad, fue una de las niñas que, a través de las conversaciones e interacciones con este juguete, se permitía abrir una ventana emocional para expresar sentimientos, preguntas, curiosidades y preocupaciones. Suzette se apropió del peluche: jugaba y cantaba con él, lo hizo su compañero fiel y mejor amigo. Contagió ese tierno afecto a todos sus compañeros de sala que adoptaron al descuidado y anónimo peluche, y a partir de ahí, las otras salas también se turnaban para tenerlo cerca. Suzette le dio nombre y vida. La mamá manifiesta que, en una ocasión, le preguntó porqué lo había bautizado con ese nombre, y Suzette, con la candidez de niña, le respondió: “… tiene cara de Roberto”.
Así nació este muñeco de tela, con un aspecto poco agraciado, casi sin pelos y con una bata que bordaron y costuraron entre madre e hija. En esos últimos días, en medio de la congoja y la desazón familiar, Suzette no solo ayudó a hilvanar el mandil hospitalario de Roberto, le legó también su magia, una energía que habría de aparecer más adelante, cuando alguien supiera percibirla.
La psicóloga, Giordana Carreño, fue quien se dio cuenta de este encantamiento: tuvo la idea de casar al muñeco, Roberto, con un libro de la Fundación Natalí Dafne Flexer, Mis días en el hospital (2009), de autoría de Teresa Méndez, que ayuda a los pacientes a familiarizarse con las rutinas hospitalarias, desde una perspectiva positiva. De una adaptación de esa publicación, nació la guía con dibujos para colorear, Al Hospi con Roberto (2024), que ya está editada e impresa y favorecerá a que los niños tengan una mejor adherencia a los tratamientos.
La magia se acrecienta cuando las madres de los niños, organizadas por Gotita Roja —una asociación sin fines de lucro que apoya a los pacientes del oncológico—, deciden hacer muchos Robertos para que cada niño que se hospitalice reciba en un kit de bienvenida: una mochila; el peluche Roberto, con su bata y una muda de ropa; el libro didáctico, Al Hospi con Roberto; los juguetes de Roberto (antifaz, suero, catéter, estetoscopio) y un set de colores para pintar la guía.
El peluche, que alguna vez fue de Suzette, es el personaje que presenta los procedimientos médicos que se realizan en nuestros hospitales. Roberto tiene adaptaciones en su cuerpo para mostrar a los niños cada uno de los procedimientos que ellos podrían recibir. El personaje informa de las situaciones y escenarios que pueden suceder; ayuda a los pacientes a prepararse para afrontar, con menos angustia y ansiedad, la internación y los tratamientos; el peluche y su representación gráfica en el papel, recibe sueros, punciones, transfusiones, se expone a radiografías, análisis de sangre, quimioterapias, radioterapias, caídas del cabello y todo lo que hace falta para vencer la enfermedad.
El legado y la magia que nos dejó Suzette puede perdurar en el tiempo si nos sumamos a esta feliz iniciativa. Un aporte voluntario de Bs 150.- (Banco Mercantil Santa Cruz, Asociación Benéfica Gotita Roja, cuenta 4010876261) permitirá que todos los niños que se hospitalicen en el oncológico reciban una mochila cargada de amor y esperanza; y como ya es tradición en el hospital, puedan tocar la campana de la victoria para celebrar el fin de un tratamiento victorioso contra el cáncer.